CARTA a Adis.

Gracias a algunos rotativos nacionales y extranjeros nos hemos enterado que el actor Daniel Radcliffe interpretará a Alan Strang, el joven personaje de Peter Schaffer que desde la década de los setenta ha levantado ámpula por sus escarceos eróticos con los caballos que dan nombre a la obra que en 1977 Sidney Lumet llevará a la pantalla grande: Equus.
Lejos de entender que un actor tiene el soberano derecho de encarnar el personaje que quiera y pueda, los fans más grandecitos de Radcliffe por su actuación como Harry Potter han comenzado a manifestar su enojo, pues -dicen- significaba "un ejemplo para sus hijos". No sabemos bien a bien si el ejemplo lo era el joven Daniel por sí mismo o por el protagonista ideado por J. K. Rowling; pero lo que llama un poco nuestra atención es el hecho de que algo así se vuelva una noticia de ocho.
A decir verdad, hemos de confesar que tampoco nos sorprende. ¿Qué otra noticia podría ocupar las primeras planas de esos tabloides? ¿Los más de 200 muertos en Irak de hace un par de días? ¡Por favor! Eso no es noticia: pasa todos los días, o casi, desde que Estados Unidos decidió invadir tierras de la antigua Mesopotamia y aún desde antes, cuando su lacayo más aplicado (Saddam Hussein) mal gobernaba impunemente... ¿Qué? ¿El hambre en el mundo y los centenares de niñas y niños muriendo en los eufemísticamente llamados países en vías de desarrollo? ¡Por Dios! Que eso tampoco es noticia: sucede también todos los días. Ya hasta se hacen unos gráficos por demás interesantes que dan cuenta del nivel de miseria que nos empaña la mirada.
En cambio, que el alumno predilecto de Hogwarts se ande encuerando así como así, y sobre todo en una obra de teatro que hasta de homosexual lo pueden tachar (no palomear, tachar), eso sí es noticia.
Así que por hoy hemos decidido colgar los hábitos y desempolvar un texto de tiempo ha. Lamentamos mucho si no responde a los nuevos criterios de lo que es noticia o lo que no lo es, pero hemos querido saludar con él a los cientos (si no es que miles) de hombres y mujeres que la semana pasada salieron a las calles para repudir la estupidez elevada a rango de política gubernamental.
Que les sea leve...

En un viejo chiste, malo si quien lo cuenta soy yo, un chico de algún pueblo indio preguntaba a su padre, el jefe de la tribu, el origen de su nombre. Entre sus hermanos de sangre la mayor se llamaba Ave de mil colores Volando y a quien le seguía lo conocían como Lobo blanco que Aulla. “La explicación hijo –respondió Toro Rumiando- es simple, en la familia existe una vieja tradición que consiste en nombrar a nuestros hijos e hijas según lo que en ese momento esté pasando con nuestra Madre Naturaleza. Así, cuando nació tu hermana la más grande, un ave de mil colores surcaba el cielo, y al venir al mundo tu hermano mayor la noche hacía coro con el aullido del hermano lobo”. De todos modos, el más pequeño de los hijos de Toro Rumiando no quedó muy convencido, aunque ya no le quedaba ninguna duda de por qué se llamaba Perro Cagando Aguado.

No tardará mucho para que tú también preguntes porqué mamá y yo acordamos registrarte con un nombre tan poco común en este lado del planeta como es el de Adis. Has de saber que en un principio mamá y yo imaginábamos que serías una niña y que entonces te llamaríamos Dení, como la hija de Carlos Prieto asesinada en Nepantla por el gobierno mexicano hacia principios de la década de los setenta. Pero cuando el año de 1998 corría pasado ya el mes de marzo, en el Cine Morelos, donde el papá de Giso trabajaba haciendo de nuestra sala cinematográfica una verdadera opción artística y cultural hasta que el gobierno estradacajigalista decidió despedirlo en una muestra más de su consabida ineptitud, se proyectaba El Círculo Perfecto, una película franco-bosnia dirigida por Ademir Kenovic cuya trama se desarrolla entorno al encuentro fortuito de dos niños y un escritor en medio de la guerra en Bosnia-Herzegovina. Uno de los niños, interpretado por Almedin Leleta, es alcanzado por la bala de un francotirador serbio o bosnio (lo mismo da) y muere.

En Cuadernos de Sarajevo, el escritor español Juan Goytisolo cuenta la historia de un niño de cinco o seis años que trepaba a los árboles y desde allí lanzaba piedras, frutos o ramas a los otros chicos. Nada extraño, me dirías tú que a los cuatro años ya te sub al limón de la abuela mostrando cuán valida puede ser la teoría darwiniana de la evolución humana, sólo que ese niño se escurre entre troncos y hojas en la narración del autor de Juan sin tierra usando la única pierna que le quedó luego de que una granada estallará cerca de donde él jugaba. Este niño y el del filme de Kenovic se llaman igual, o sea, son tocayos, y cuando el 17 de octubre de ese mismo 1998, mientras Pinochet era detenido, te preparabas para empezar tu caminar por el mundo mamá y yo no lo dudamos ni por un instante: tu nombre sería el de ese par de niños que con sus historias nos estarían recordando que la estupidez humana, como dijeran que dijo Einstein, es tan infinita como el universo.

Ahora (marzo de 2003) cinco años después, el hombre que despacha en el Salón Oval de la Casa Blanca ha decidido continuar la guerra que en nombre del capital ha pesado sobre nuestros pueblos. Poco importa que hace un mes millones de hombres y mujeres de todas las edades y distintas nacionalidades hayamos salido a las calles demandando el cese de las hostilidades. ¿Recuerdas las pancartas que decían no a la guerra y los muchachos bailando a ritmo de tambores haciendo de aquello una gran fiesta por la paz? Me preguntabas porqué bailábamos y yo te decía que lo hacíamos porque estábamos contentos de caminar todas y todos juntos al mismo tiempo. Que en otras partes del mundo también marchaban y bailaban. Y que marchar y bailar ahora, aunque paráramos el tráfico y algunos conductores se sintieran molestos, detendría que un pueblo como el nuestro, con abuelitas y abuelitos que nos sacan a pasear y nos compran helados, con primos y amigos con quienes jugar o con mamás y papás que nos cuiden y que nos lean cuentos a la hora de dormir, sea bombardeado sólo porque así lo quieren quienes desde el poder esgrimen toda suerte de pretextos, como el que se trata de un gobierno que al estar encabezado por un hombre deschavetado se ha distinguido como violador sistemático de los derechos humanos y que posee armas de destrucción masiva, para adueñarse de su petróleo.

No dudo que todo eso sea verdad, pero lo que no dicen el Tío Sam (ese hombre pecoso con barba de chivo cuyos muchachos se han caracterizado por invadir cuanto país se les antoja) y sus sobrinos en los gobiernos británico, búlgaro o español y en las transnacionales que ya empiezan a hacer cuentas alegres de las ganancias que obtendrán a causa de la guerra, es que el hombre que hoy es, según ellos, el peor de los dictadores fue una de sus piezas claves en Medio Oriente, y que si cuenta con armamento de “destrucción masiva” es porque el mismo Tío Sam se lo vendió o le dio dinero para fabricarlo o comprarlo.

Más todavía, el Tío Sam olvida también que si sus argumentos bastaran para invadir un país, el suyo encabezaría la lista de “naciones atacables por razones humanitarias”, pues se opone a la Corte Penal Internacional, facultada para perseguir las violaciones más graves de los derechos humanos, por el temor de que sus militares sean enjuiciados; su guerra en contra del pueblo iraquí costará 50 veces más de lo que el gobierno brasileño tiene pensado para abatir el hambre en el país con mayor miseria en el continente, y su misma determinación de atacar Irak sin importarle las crecientes manifestaciones de rechazo en contra de ello, a las que se han sumado los cabildos de 141 de sus propias ciudades incluyendo Nueva York, nos hablan de su propia demencia.

Parafraseando a la canción, Adis hay muchos y andando por la tierra van cantando, de nosotras y nosotros depende que así sigan.

Te quiere. Papá.