A TOD@S L@S JÓVENES DEL MUNDO... y los que no lo son pero lo parecen.

En vísperas de la jornada electoral que fuera coronada por el fraude que impusiera a Felipe Calderón como presidente electo, un pequeño intercambio de ideas y opiniones tuvo lugar en el sitio electrónico y las páginas impresas de La Jornada Morelos, con motivo de la participación o no de las y los jóvenes méxicanos políticamente.

Unas opiniones, emparentadas con la campaña autoritaria donde intérpretes musicales y de actuación llamaban a votar o de lo contrario a quedarse callado, se inclinaban más por sostener que las y los jóvenes mexicanos preferían con mucho organizarse para la fiesta y el rol sin motivo mayor que el de divertirse, que articularse en torno a las justas demandas de democracia, libertad y justicia que diversos sectores de la población estaban ya encabezando mediante variadas resistencias.

Más aún, con el sobado discurso de "cuando yo tenía tu edad", quienes así piensan comparaban las expresiones que José Agustín llama contraculturales de las décadas de los sesenta y setenta y movimientos como los acontecidos en el crucial año de 1968, con la según ellos apática presencia juvenil y estudiantil en la cosa política del siglo 21.

Una lectura así parte de quienes, insertados en un proceso electoral amañado desde sus orígenes, llamaban a acudir a las urnas el pasado 2 de julio bajo la amenaza de un fraude, que lo fue, y el triunfo, de darse el abstencionismo, de la derecha; que no lo fue. Los argumentos se basaban en indicadores estadísticos de organismos descentralizados del mismo gobierno federal, como el INEGI y el IFE, que reportan una presencia cada vez menor de hombres y mujeres jóvenes en los asuntos políticos del país. Pero aquí aparecen por lo menos dos preguntas: ¿con qué credibilidad cuentan estas instituciones paragubernamentales para darles tal crédito? y ¿de qué asuntos políticos son de los que se habla?

Por el otro lado, las argumentaciones iban desde dejar en claro que la cosa política no eran nada más, ni mucho menos, los procesos electorales; que la credibilidad en instituciones como el IFE había decaído no sólo entre la población joven, pues los índices de abstencionismo aumentaban lo mismo entre adultos y ancianos que en aquellas y aquellos a quienes iban dirigidos los insulsos promocionales de "si no votas cállate".

Así, la participación política de jóvenos y jóvenas, jóvenes que deconstruyen en todos los ámbitos su no-ser adultos para rehacerse cultural, social y políticamente, se daba en ámbitos mucho más amplios que la lucha electoral y aún dentro de esta misma. Bastaría con visitar virtualmente las blogs y otros sitios güeb para darse cuenta de que así era (y así es todavía); con hacer acto de presencia en el mega-plantón sobre Reforma en la Ciudad de México tras la jornada del 2 de julio o con mirar hacia otro lado que no fuera el reducido mundo de lo electoral, por ejemplo abajo y a la izquierda.

Comparar el 68, con su movimiento estudiantil en México, el Mayo Francés o la Primavera de Praga, con lo que ocurría y ocurre actualmente en la suave matria nuestra y el resto del mundo parecía, para las opiniones que sostienen que la participación juvenil está presente y creciendo, que simplemente no se entendían ni aquellas luchas ejemplares, ni tampoco las resistencias presentes.

Quien dice que las y los jóvenes, a diferencia de otras generaciones están inermes, miente. La última década ha dado pruebas irrefutables de ello en los ejemplos de Carlo Giuliani, Rachel Corrie, Pável González, Alexis Benhumea y ahora Brad Will; entre muchas y muchos otros. Sólo que su lucha no se da en los límites que demarcan los medios corporativos de dizque comunicación, ni bajo los reflectores del masómetro plebiscitista agazapado tras los colores de un partido político que prefirió ser fiel a sus orígenes priístas que mantenerse firme en su vocación de izquierda de sus primeros años.

Y como muestra, un botón.