21 de enero de 2007

¿Comandante Supremo o soldadito de chocolate? / 5


Pues bien, ya lo han leído, visto o escuchado, el nuevo gerente del parque nacional de diversiones México, S.A. que en sustitución de Foxilandia bien puede llamarse, como dice Julio Hernández López, Calderworld, ha declarado para gusto de moneros y uno que otro mal intencionado articulista (como quien esto escribe) que “estamos en orden y en paz” el mismo día que la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA), según nota de Omar Sánchez de Tagle en Milenio, hace público un estudio que viene a decirnos lo que ya todos sabemos: el narcotráfico ha infiltrado al gobierno “corrompiendo y penetrando a funcionarios del Estado mexicano”.

“El presidente –dijo Felipe Franco Pinochet ante pregunta expresa de la reportera Claudia Herrera Beltrán de La Jornada- es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas (FFAA), y el apoyo del Ejército ha sido vital para, precisamente, fortalecer las instancias federales, los operativos y recuperar orden, tranquilidad, certidumbre y condiciones de seguridad”.

Dicho hasta la ignominia y, desde que comenzó este sexenio de facto, buena parte de la opinión pública (“que no sabe que opina lo que opina la opinión privada”, Quino dixit) comparte esta posición del actual inquilino en Los Pinos. Pero no siempre ha sido así, hace 30 años justo, un 16 de enero, la Secretaría de Defensa Nacional en conjunto con la PGR implementó todavía en los últimos meses del sexenio echeverrista y hasta la tercera parte de la primera administración neoliberal, con De la Madrid Hurtado al frente, un operativo de esos que tanto gustaron a Fox y ahora son la delicia de su heredero político: la Operación Cóndor.

El hecho fue por demás criticado, dado lo inusitado de la intervención de las FFAA en tareas que no son de su competencia; pero para los llamados últimos gobiernos dinosauricos del PRI y los primeros tecnócratas, además de ser un puente que todavía hoy se sigue andando con la venia generalizada de las fuerzas políticas legalmente representadas en el poder Legislativo, la experiencia nos ofrece un par de datos curiosos dignos de traer a la memoria.

La Operación Cóndor, cuyo objetivo fue emprender un combate “contra la siembra, cultivo, cosecha y tráfico de enervantes”, cuenta entre sus resultados la consignación de 2 mil 19 presuntos narcotraficantes y 224 mil 252 plantíos de marihuana para orgullo de sus más de veinte militares que la comandaron, siendo el primero de ellos el general divisionario José Hernández Toledo. ¿Lo recuerda usted? Efectivamente, Hernández Toledo fue el militar aquél que la tarde del 2 de octubre de 1968, según algunas versiones, resultó herido cuando estaba al frente del Segundo Batallón Blindado de Reacción, el Primer Batallón de Fusileros Paracaidistas y el Primer Batallón de Infantería en el operativo Galeana que se desplegó en la Plaza de las Tres Culturas, de Tlatelolco.

A pesar de sus antecedentes (o gracias a ellos), Hernández Toledo no fue el único militar involucrado en acciones castrenses de corte político que comandó la Operación Cóndor. En 1983, el general brigadier Juan López Ortiz, quien se había dado a conocer casi una década atrás por combatir al Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero, estuvo también a su cargo. A López Ortiz quizás también lo recuerden; graduado de la Escuela de las Américas en 1965 con adiestramiento en tácticas de infantería, fue uno de los instructores del Primer Curso de Operaciones en la Jungla que bajó la coordinación del entonces coronel y jefe del Estado Mayor de la 27 Zona Militar en Acapulco, Enrique Cervantes Aguirre, se realizó en noviembre de 1975 (en dicho curso participó también el general Jesús Gómez Ruiz, quien comandó el operativo donde cayera asesinado el maestro Lucio Cabañas Barrientos).

Unos años después del también conocido Cupac (Curso de Patrullas Contrainsurgentes) o de “boinas verdes mexicanos”, Cervantes Aguirre, señalado también por su presunta responsabilidad en el asesinato de por lo menos 22 campesinos guerrerenses mediante los llamados vuelos de la muerte, donde los labriegos fueron lanzados al mar por órdenes de los generales Francisco Quirós Hermosillo y Mario Arturo Acosta Chaparro (actualmente presos por sus vínculos con el narcotráfico), sería Secretario de Defensa Nacional bajo el mando de Ernesto Zedillo; y, Juan López Ortiz estaría al frente de las maniobras militares contra el EZLN, que en enero de 1994 sitiaron el mercado de Ocosingo, donde algunos insurgentes zapatistas fueron ejecutados con tiros de gracia (en la nuca) contrario a lo que dicta la Convención de Ginebra respecto al trato de prisioneros de guerra.

El segundo dato curioso acerca de la Operación Cóndor nos lo da su propio nombre, homónimo del plan extraterritorial que las dictaduras militares en Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia desplegaron en toda América y hasta en Europa para exterminar a sus opositores políticos.

Según archivos desclasificados de la CIA, la agencia que parece contradecir a Felipe Franco Pinochet en eso de que hemos recuperado el orden, la tranquilidad y la certidumbre, hacia 1975 Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda, alias El Mamo, designado por el nunca suficientemente muerto Augusto Pinochet al frente de la Dirección de Inteligencia Nacional chilena (la famosa DINA), fue invitado al cuartel general de la misma CIA en Langley, Virginia, por 15 días; al término de estas dos semanas, Manuel Contreras “crearía” la Operación Cóndor.

Sin embargo, ni siquiera el plan que costara la vida al general chileno Carlos Prats y a Orlando Letelier, ex ministro de Salvador Allende, y que según los llamados Archivos del Terror descubiertos en Paraguay por el abogado y activista de derechos humanos Martín Almada, dejó un saldo de por lo menos 50 mil muertos, 30 mil desaparecidos y 400 mil presos; ni siquiera ésta, la operación fascista más criminal en la historia reciente de nuestro continente, comenzó siendo lo que ahora conocemos gracias el incansable trabajo de periodistas como Stella Calloni. Su fachada primera, con la que se fue ganando la confianza de la sociedad civil y con la que fue más o menos legitimándose (si es que eso alguna vez fue posible) hasta convertirse en lo que realmente significó, fue la del combate al narcotráfico; una de las seis categorías de misión que tiene en su haber la doctrina militar estadounidense de la Guerra de Baja Intensidad, y que tan contento y satisfecho tiene a Felipe Franco Pinochet, calificado por AMLO como “soldadito de chocolate”.

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