24 de enero de 2010

Notas de un chilango en tierras meridanas / 1.

Viernes por la noche, la ciudad de Mérida, a la que llegamos luego de más de 22 horas de camino vía terrestre porque la neta no nos alcanzaba para el avión, luce una iluminación que no oculta las sendas de basura que se extienden por las calles del sur-poniente de la capital yucateca y que conforme nos acercamos al centro se van haciendo más pequeñas hasta casi desaparecer.

Lo que no desaparecen son los rostros indígenas en los hombres y mujeres que pueblan la llamada Plaza Grande, especie de frontera social que como en los tiempos posteriores a la Guerra de Castas delimitaba los barrios de indios de los barrios de blancos. Sin embargo, estos rostros se irán haciendo más raros conforme avanzamos hacia el norte de la ciudad, coronado por un Paseo Montejo que pretende recordar al Paseo de la Emperatriz (hoy de la Reforma) o, quizás, más bien, a los Campos Elíseos parisinos, inspiración de ambas avenidas.

Traigo un hambre atroz y Lucha, mi compañera, un hombre atrás que ni siquiera disimula lo encantado, literalmente, que está con el bambolear de sus nalgas dibujadas debajo del vestido vaporoso que se puso para hacer el viaje desde tierras waches*, es decir, chilangas. A ella no parece importarle, encantada a su vez, también literalmente, de la arquitectura que ostenta el Museo del Instituto Nacional de Antropología e Historia que, como el de Cuernavaca, los del lugar llaman Palacio; el uno de Cortés, el otro de Cantón.

Una señora, de facciones y ropas humildes, rompe con el doble encantamiento, el de la Lucha y el del hombre, con un zape de antología en la cabeza de éste. No alcanzamos a escuchar lo que le dice, pero todo indica que le está reclamando el gesto machista vuelto mirada sobre la anatomía de la Lucha. El Óscar, nuestro anfitrión en la Blanca Mérida, y como nosotros wache, nos explica que el hombre y la señora, quienes se dedican al viene-viene que Marcelo Ebrard criminalizó en el De-eFe, a su parecer de él son pareja; que él así se la pasa toda la noche: dizque chambeando de franelero, pero en realidad lo que hace es sabrosearse a las muchachas que pasean por Montejo, mientras ella, que sí le chinga, se la pasa jalándole las orejas y dándole de coscorrones.

Los dos están ya grandes, y por los rasgos uno puede adivinar que han pasado varias lunas pegados a la botella. Mañana será la gran noche de ambos, dice el Óscar, como es sábado de “Fiesta Mexicana” habrá muchos autos: ella tendrá una buena entrada de varo y él un desfile de féminas para tirar y volver a recoger baba y mirada.

Acto seguido, emprendimos un breve pero no menos acalorado debate sobre las opciones para cenar. Como la Lucha es medio vegetariana quería darse un rol por algún restaurante ídem del que ya tenía santo y seña: El Amaro, regenteado por una compa bien luchona y calzonuda que ha sido muy cercana a las actividades de la Otra en Yucatán, sobre todo desde la defensa y promoción de los derechos humanos.

El Óscar, que es especialista en echarle mocos al atole, reviró que en efecto El Amaro es un lugar bien chirindongo pero demasiado acatrinado, al grado de que si no está Olga (que es como se llama la compa) el personal lo mira a uno como bicho raro y si no hay lugar (cosa que suele pasar porque, según el Óscar, la comida está deliciosa) se hacen que la Virgen les habla y dan trato preferencial a otros que han llegado después, sólo porque se les ve más curros: “acá hasta los discriminados discriminan –soltó el Óscar–; además, sí está medio caro” –rubricó.

Hay quien dice que el Paseo de Montejo bien podría llamarse Paseo de Montoxxo, porque dizque hay un chingo de tiendas de dicha franquicia a lo largo de toda su traza; nosotros llegamos a una que está justo enfrente de una glorieta donde se encuentra un obelisco erigido en memoria de Felipe Carrillo Puerto (monumento más pequeño que la estatua en honor a Justo Sierra O'Really, colocada unas cuadras adelante), porque en su contraesquina se pone un señor que vende perros calientes y unos platillos de pan de caja con jamón y queso que según él mismo son de su invención.

Luego le entramos al Oxxo, donde compramos unas botellas de esa agua que FEMSA, la embotelladora de Coca-Cola en México, se chinga entre otros territorios de suelo chiapaneco, y tras el escrutinio nada discreto de los “socios” que atienden el changarro que simboliza el futuro prometido por el foxato nos sentamos a engullir unos jochos que no sé si por el hambre que nos cargábamos o porque de verás estaban muy bien preparados a la Lucha y a mí nos supieron a gloria.

La Lucha, apenas habiéndose zampado los hotdogs dijo:

—No fuimos al Amaro quesque por discriminadores y terminamos en un Oxxo de la criminal FEMSA chingándonos unos jochos con sabor a tifoidea...

—Pa' que no extrañaras el De-Efe, mi Lucha –reviró el Óscar–; además, allá nos hubiéramos gastado entre 500 y 600 bolas, en lugar del Nezahualcóyotl que nos despachamos con...

—Pinche Óscar, de tan pragmático deberías de ser perredista –interrumpió la Lucha.

—Bueno –intervine, porque eso de decirle perredista a un adherente de La Sexta es tanto como decirle panista o, peor tantito, priísta–, ¿qué vamos a hacer ahorita?

El Óscar dijo que podríamos ver qué había en lo que sería el último día del Festival de la Ciudad 2010; pero la Lucha argumentó una moción de procedimiento diciendo que mejor nos fuéramos a dormir, porque al día siguiente tendríamos: el encuentro con el Sebastián (compa de La Otra Chilanga radicado en Mérida desde hace un año) para desayunar, la manifestación por la credencialización del transporte, un leve paseíto por el centro, quizás comer luego y finalmente la función de Tu ternura molotov, donde actúa el Sebastián.

—Y la inauguración de la exposición de Dalí en el Olimpo, dijo el Óscar.

La noche, calurosa, terminó por caer sobre nuestros cuerpos y nos movimos al chante del Óscar. Al poco rato, desnudos la Lucha y yo, nos dimos a la tarea de subirle la temperatura al termostato de la luna en creciente... pobres chilangos, pensé, cagados de frío y acá el sudor se vuelve río y promesa y gemido.

* En un comentario anónimo, un amable lector yucateco nos hizo la precisión de que no es wache, sino huach, el término que los yucatecos emplean para referirse, o bien a quien viene de "fueras" a Yucatán, o bien al chilango; como sea, parece ser que el vocablo es usado las más de las veces como insulto; así, pues, aunque en respuesta al gentil comentario de nuestro lector escribí que haría la corrección correspondiente, pensándolo mejor creo que no adoptaré la expresión peyorativa tal como lo quiere nuestro camarada yucateco precisamente porque lo que hace es insultarme... no él (ha sido verdaderamente un caballero), sino su frase; sería tanto como que un ñahñu aceptará ser llamado otomí, un wixárika ser llamado huichol o un rarámuri ser llamado tarahumara.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado, señor:

No se dice "wache", nunca se ha dicho así. Se dice 'huach' o 'huacha' en singular, y 'huaches' en plural. La h y la w no suenan igual, créame.

Por otro lado, entiendo que Ud. tenga una ideología en particular, pero si se da la oportunidad, le aseguro que podrá descubrir una Mérida más amable de la que su ideología le obliga a ver.

No olvide que aquí tuvimos, de 1918 a 1951, un gobierno de izquierda. Sus resultados, buenos o malos, están impregnados por la ciudad. Es una lástima que no los alcance a ver.

Un yucateco.

PD: Sólo hay una tienda Oxxo en el Paseo Montejo y una más en la Prolongación del Paseo. He contado más Oxxos en la Avenida Insurgentes, se lo aseguro.

Anónimo dijo...

Todos los días se aprende algo. Estoy de acuerdo con las precisiones y me gusta el tono educado de las mismas.

Saludos a ambos caballeros.

Kobal dijo...

De acuerdo, estimado señor Anónimo; le agradezco sus observaciones. Voy a cambiar los "waches" por los "huaches" que,créame, sé que suenan distinto: según una colega en tierras meridanas, mayahablante y orgullosa yucateca (con sobrados motivos) la "h" suena aspirada, tirándole a "j" suavecita, y la "w" como "gu"... pero si no es así la cambiamos, faltaba más.
Por otra parte, no es mi ideología la que no me deja ver más allá de mis narices, sino mi casi nula estancia en sus bellas tierras; hablo de las primeras cosas que pude observar, durante las primeras horas nuestras en su ciudad capital... estoy seguro que Mérida y Yucatán tienen más amabilidad en sus entrañas que mucho otros lugares (no en vano algunos huaches han preferido ofrecer su corazón y sus manos para ser mejores en la tierra de Felipe Carrillo Puerto.
Justo ése gobierno de izquierdas es al que hago culto y por ello quise ver de cerca qué era de la Mérida del siglo 21, y, si no se alcanza a ver, es quizás porque el panismo y el priísmo lo han entre comprado o sepultado; pero sé perfectamente que otra Mérida y otro Yucatán respira abajo y a la izquierda.
Tiene razón respecto a los Oxxos; yo no soy quien dice del Paseo de Montejo lo de Paseo de Montoxxo, se lo oí decir a un hombre que reside en Mérida desde hace años (y, al parecer, yucateco)... pero es cierto: Insurgentes tiene más Oxxos.
Yo también le agradezco el tono educado de sus precisiones.
Abrazos virtuales y combativos.

Sebastián Liera dijo...

En todo caso, mi estimado Kobal, siguiendo vuestra misma lógica, ni "huach" ni "wache": "chilango"; muy otro, pero "chilango".

Anónimo dijo...

En todo caso solo podría decir que el uso de la palabra "huach" o "HUACHES", no es una palabra "peyorativa" de la cual como usted sabe esta palabra significa "palabra o expresión que se usa o se entiende en el valor más negativo, despectivo o desfavorable de los que tiene.". No es así, Al decirlo nosotros, es como decir extranjero o "de fuera", ya que después de Campeche, hacia el norte todos los demás son "HUACHES", así que queda comprendido, que no es esta palabra igual a la que la mayoría de los habitantes de nuestro país dice "Chilango", que esta ¡Si es peyorativa" ya que a usted le consta en sus viajes en varias partes de la república mexicana, que al referirse a dicha palabra lo hacen, (exclusivamente a las personas del Distrito Federal o "defeños"), no solo con burla sino hasta con furia, pues hasta han escrito frases como "Mata un Chilango y has feliz a la Patria!) (cosa que yo en lo personal, no estoy de acuerdo) Ya que si algo tenemos los yucatecos, es ser amables con las personas, quizás no seamos melosos, diciendo las cosas en diminutivo, lease juguito, mi'hijito, etc,que no es malo, pero que usualmente no lo decimos o hacemos.
Vaya para usted un saludo y ojala pudiera tener la oportunidad de mejor su expectativa sobre nosotros o su mirada cultural y no kultural, como muchos escriben, sobre nuestra ciudad, sus gentes y su forma pacifica de tratar a los "HUACHES". Gracias..Atte: Josè

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