25 de enero de 2010

Notas de un chilango en tierras meridanas / 2.

Sábado por la mañana. Arranca nuestro segundo día en tierras meridanas. El Óscar nos ha despertado temprano porque, dice, hay que decidir dónde desayunaremos. Las opciones son un restaurante llamado Café-Chocolate, lugar algo pirrurris mezcla de galería y restaurante donde por 50 devaluados pesos uno puede entrarle con singular alegría a un buffet-desayuno de cereal, fruta, huevos, chilaquiles, agua natural de frutas y café, o el mercado, donde podemos incarle el diente a sendas tortas de lechón al horno o cochinita a cambio de 15 varos por torta y nueve por refresco. Sacamos cuentas: ganan las tortas; comemos menos pero guardamos algo de lana para después.

Allá, en el mercado, pasando de las 11:30, nos alcanzarían el Sebastián y su morrito, el Adis. Después de los saludos de rigor, pues no veíamos al Sebastián desde que se despidió del proyecto de La Otra Chilanga a mediados del 2008, hablamos del güeblog (como él mismo le dice) y de la Otra en el De-Efe. La verdad es que no pudimos decirle mucho, salvo que gracias a Libertari@s La Otra Chilanga sigue en pie virtual de lucha; que practicamente ya ninguno de los colaboradores que él había invitado estaba publicando, con excepción de Mucha Lucha y Puros Huesos; que hacía falta que él mismo le entrara a la tecleada, y que al parecer los compas de La Voz del Anáhuac ya tampoco mandaban sus números.

Él se lamentó, de lamentarse y de mentársela, por haber bajado el perfil como colaborador de La Otra Chilanga y de no haber hecho contacto todavía con los compas de La Otra Yucatán. Nos contó, eso sí, de sus chambas dando clases y haciendo teatro en Mérida, de sus achaques (sobre todo una hernia discal que no lo deja de chingar) y de lo tranquilo que se siente porque el Adis esté acá y no en la Cuernavaca que el priísmo y el panismo han convertido en centro de operaciones del crimen organizado.

En cuanto a lo político, de lo poco que se ha dado color es que todo indica que el panismo perderá las elecciones de este año y con ello la alcaldía de Mérida, pues el priísmo está volviendo por todos y cada uno de sus fueros. Del otro lado del espejo, hay iniciativas culturales, de educación, de promoción y defensa de derechos humanos y de producción que podrían ser consideradas parte de una política muy otra, como la Escuela de Agricultura Ecológica en Maní, el trabajo del Grupo Indignación o la articulación de eventos artístico por colectivos como El Teatrito. Y, un poco más coyunturales, las protestas en favor de una credencialización que garantice precios populares a las y los estudiantes usuarios del transporte público, una lucha que lleva por lo menos desde 2004 articulándose con altibajos.

Justamente, una de ésas manifestaciones nos hizo apurar nuestras tortas. Ni el Óscar ni el Sebastián sabían de dónde partirían los contigentes, pero sí por dónde pasarían; así que nos fuimos a un pasaje o corredor que está entre la Catedral y el Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán y allí, entre algunas esculturas de José Luis Cuevas, aguardamos a las y los compas de la mani.

Quizás porque el lugar le pareció propicio o porque la manifestación nomás no tenía para cuando hacerse presente, el Sebastián nos regaló unos cuantos libros y revistas publicados acá, con lo que según él nos podíamos dar una idea del panorama cultural en Mérida. Obviamente, el primer dato importante era la publicación en sí misma de estas ediciones. Ignoro cuántos y qué estados y ciudades hacen un trabajo editorial de índole parecida; pero que los ayuntamientos y gobiernos estatales, así como la iniciativa privada, emprendan éste tipo de labor cultural independientemente de su extracción política sí puede marcar la diferencia, aunque dicha diferencia sea sólo un maquillaje del injusto modelo de producción económica que también permea la producción cultural en el país.

Entre los libros que nos obsequió el Sebastián están: El cine yucateco (2006) y Personajes de Yucatán. De la tierra salen voces que les hablan (2009), escritos los dos por el artista plástico Gabriel Ramírez; Dos mujeres fuera de serie. Elvia Carrillo Puerto y Felipa Poot (2007), escrito a cuatro manos por las antropólogas Piedad Peniche Rivero y Kathleen R. Martín; Los mártires del Freeway y otras historias (2008), del narrador Carlos Martín Briceño, y Tercera llamada (2009), del crítico Ricardo E. Tatto. Entre las revistas se encuentran algunos ejemplares, al parecer los más recientes, de unas revistas de distribución gratuita llamadas Mérida Viva, la una, y Soma, Arte y Cultura, la otra; dirigidas por el empresario cultural Jorge Iván Rubio Ortiz y Ricardo E. Tatto, respectivamente.

Ni tarde ni perezosa, la Lucha escogió para sí el de las biografías de la Carrillo Puerto y la Poot; el Óscar me pidió prestado Los mártires del Freeway... y yo, mucho más clavado en lo teatral, me decidí por llegarle al de Tercera llamada. El Sebastián se dio cuenta de nuestros gustos y glosó: “los niveles varían respecto al acabado y la fuerza de la pluma; pero el que no tiene desperdicio es el de Personajes de Yucatán; en él, Gabriel Ramírez hace una suerte de disección del espíritu que anima la producción cultural en la península poniendo los reflectores de un verbo desmitificador sobre hombres que resultan emblemáticos para la Casta Divina.”

—Y, ¿el de Dos mujeres fuera de serie? –preguntó la Lucha.

—Es un himno a dos gigantas –contestó el Sebastián–; dos ensayos de corte académico, lo que les da un peso y una importancia enormes dado la seriedad de sus fuentes, que logran traspasar la frialdad del cubículo de investigación para tocar fibras que hasta los que no somos nacidos en estas tierras nos llegamos a sentir orgullosos de comer gracias a nuestro trabajo en ellas y nos indignamos de cómo la desmemoria y el oportunismo hacen de las suyas para dar marcha atrás a conquistas tan largamente acariciadas por mujeres y hombres y tan heroicamente ganadas por el movimiento feminista, en el caso de Elvia Carrillo Puerto, y el activismo reformista agrario, en el de Felipa Poot.

—Y, ¿Los mártires...? –interrogó el Óscar, que nomás ve burro y se le antoja viaje.

—Desde la primera lectura, la pluma de Carlos Martín Briceño atrapa al lector con un rosario de historias sobre todo eróticas y, dos o tres, con cierto toque social, para terminar con el relato (todo un culto a la novela negra) que da nombre al libro; narraciones que pueden llevarlo de una excitante entrada a la amargura de un desenlace inesperado. Historias placenteras todas que luego de encontrar a su lector favorito, según la perversión del anónimo destinatario, pasan de la invitación inicial por los sentidos finamente lograda con una voz que lo mismo recrea miradas que sabores, a un cuidadoso pergeñar de palabras en el que se adivinan largas noches de laboratorio-cocina y así conseguir, al fin, una narración generosa en imágenes y sensaciones que continuarán su maduración en la imaginación del lector... pero, eso sí, sin concesiones moralistas; porque detrás de cada deseo convocado o, mejor dicho, invocado, aguarda agazapada la herida punzante de la desazón que unas veces hace costra en el cotidiano oxidado y otras arde en la piel de una conciencia somnolienta.

1 comentario:

Puroshuesos dijo...

ups, saludos a los que habitan el meridiano yucateco, y perdón por haber descuidado este espacio, pronto subiré algunas de mis entradas...

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