13 de enero de 2011

Ah Kin Chi: profeta maya.


Con el corazón y la pluma puestos en Yucatán, Hernán Lara Zavala ha escrito sobre cuestiones candentes para todos, en cualquier rincón del planeta. Así lo han reconocido recientemente en España al premiar su novela Península, Península que nos acerca a la Guerra de Castas.

Charras
, su primera novela, narró desde las entrañas el asesinato de Efraín Calderón Lara, en el Yucatán de 1974, pero es también una radiografía del poder, la manipulación y el asesinato político en cualquier parte del mundo.

Y con Ah Kin Chi: Profeta Maya se acerca como nadie a los razonamientos de dos reinos mayas a la hora de enfrentar al invasor español: los Xiues y los Cocomes. No es el diálogo más que improbable entre Cuauhtémoc y Moctezuma el que nos muestra conflicto y tragedia ante la conquista, la colonización y el imperialismo subsecuentes, sino el de Ah Kin Chi y Nachi Cocom.

Ambas posturas deben ser oídas, nos dice Hernán Lara Zavala, para extraer conclusiones que aún hoy importan, porque, y así pretendemos que lo haga sentir la puesta, todavía a nosotros corresponde tomar muchas decisiones.

No es necesario ser víctima del imperialismo romano para entender y hacer propia la tragedia de Numancia hace 22 siglos. Ni iraquí, saharahuí o palestino, hoy en día. Como no se necesitaba habitar el Congo de principios del pasado siglo o la Amazonía peruana de la explotación del caucho, o ser un niño esclavo como se cuentan por cientos de miles actualmente en el orbe.

Lo que ahora sí sabemos con certeza, y nuestros pueblos de hace cinco siglos no suponían, es que el colonialismo jamás ha honrado su palabra. Han mentido como método de conquista. Y en este país, específicamente en el mundo maya, tenemos pruebas que se repiten desde los pactos con Tutul Xiu hasta los Acuerdos de San Andrés. Nunca han honrado su palabra ni los colonizadores ni sus herederos.

Ante el reto que supone el montaje de la obra de Hernán Lara Zavala, hemos asumido que en nuestras venas corren diferentes sangres, desde la mexica, la maya o de otras etnias nacionales, la de esclavos africanos arrancados de su entorno, de campesinos españoles que perdieron una guerra, hasta quién sabe cuántos torrentes más. Así, sin disfrazarnos, desde nuestras realidades, hemos querido encarnar a los jodidos de entonces, de siempre y, muy especialmente, de hoy. Por eso el collage que se repite como imagen obsesiva sobre la escena.

Y el “¿Qué es lo que podemos hacer?” lanzado por Hernán Lara Zavala en el anticlímax brechtiano con el cual cierra su obra debe ser un tema urgente de reflexión para cuantos nos sentimos heridos por el colonialismo.


José Ramón Enríquez.

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