30 de marzo de 2013

Arrojados al mundo...

Por: José Castillo Baeza.

El progreso es la erección de Dios.
Mario Cantú.


Con Arrojados al mundo sin cobertor de lana se cierra la tríada de obras del dramaturgo Mario Cantú Toscano presentadas en Mérida (las otras dos son El hombre sin adjetivos y Barbie girls). Obras que, además de tener vasos comunicantes entre sí y de tratar motivos propios de nuestra realidad inmediata, supusieron el debut de Pablo Herrero como director, quien ha mostrado tempranamente rasgos de estilo propios tales como la austeridad escénica, la concentración de los recursos teatrales en la actuación y la osadía para mirar el texto desde la altura de las tablas.

Mónica Vázquez y Sebastián Liera encarnan a un hombre y una mujer sentados en la banca de un parque. Se acaban de conocer, conversan:

–¡Qué clima!
–Sí, qué clima.
–El clima.
–Siempre lo jode todo.
–El clima.

La conversación fluye dando por momentos la sensación de que se trata de un diálogo de idiotas, puesto que los diálogos no responden al sentido común: un personaje pregunta una cosa y el otro contesta otra; una palabra es empleada con un sentido, pero el otro la interpreta de forma distinta. Efectivamente, no es el sentido lógico de los parlamentos lo que se representa, sino la tensión dramática que se genera a partir del absurdo, porque detrás de esa conversación banal e hilarante se insinúan los diálogos de otra conversación que corre subterránea y cuyos temas salen a flote por momentos: la violencia que atraviesa al país, el miedo, el sentimiento de culpa que genera la religión, el progreso, la evolución…

–¿El hacerse mierda es evolución? La evolución es progreso.
–Darwin nunca dijo eso.

Los personajes aparecen con los ojos vendados casi todo el tiempo que dura la obra, lo cual se convierte en un reto para los actores que tienen que compensar esto redistribuyendo el campo de expresión a lo largo de todo su cuerpo y a través de la voz, cosa que hicieron con creces. Y así, con los ojos vendados, los personajes siguen conversando en la banca del parque. Atrás de ellos, la podredumbre de un México atascado de balas hasta los dientes.

Hoy en día que el verbo “modernizar” se ha puesto de moda, hoy que se habla de “modernizar” PEMEX, hoy que se habla de que el país va hacia adelante, hoy que se habla de reconstrucción, de que avanzamos hacia algún lugar, tendríamos que cuestionar qué estamos entendiendo por progreso y modernización.  Avanzar es una idea vacía que nos hace caminar en círculos.
 
Arrojados al mundo sin cobertor de lana nos muestra cómo detrás de las conversaciones triviales y las formas que nos imponen los códigos sociales laten los verdaderos problemas ante los cuales cerramos los ojos, las cosas que queremos decir y no decimos, los pensamientos que censuramos. Vivimos aplicándonos un constante maquillaje verbal, retórica vacía en la conversación y en la política; nos colgamos de palabras hechas, hacemos moldes eficientes con nuestro lenguaje; caminamos encima de palabras seguras: ahí donde el Presidente dice progreso en realidad hay un vacío. Qué artificial resultan las reglas de cortesía en un país donde hay sufrimiento.

Al final de la obra, Mario Cantú sugiere que la poesía puede constituirse como una especie de esperanza en tanto se comporta como creación; lenguaje vivo cuya principal característica es la creación de realidades nuevas. Sin embargo, mientras nos sigamos sintiendo cómodos en las instituciones, las tradiciones y las normas de un mundo hecho y acartonado, no hay poesía que valga.

Arrojados al mundo sin cobertor de lana se presentará el 30 de marzo en el Centro Cultural Tapanco a las 8 de la noche.

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