GENERACIÓN Z*
Una Noche Fría, de esas en que los vientos de invierno combinados con la insistente lluvia queman la cara y hacen que el frío se sienta hasta en los huesos, una mujer y un hombre caminaban por entre la selva.
Ellos eran de un pueblo que había tenido que huir de los hombres del Rey. Los hombres del Rey era un grupo de hombres que perseguían a los indios e indias porque el Rey creía que los indios y las indias eran como animales... Al Rey le fascinaba la cacería y por eso los perseguía.
María era el nombre de la mujer, iba a tener un bebé... Los ancianos de su pueblo habían dicho que el niño, su hijo de María, sería llamado Liberador.
José era el nombre del hombre, él era padre del niño y esposo de María. José sentía mucho coraje por no poder hacer nada contra el monstruo que tenía el Rey en su palacio. Al Rey le gustaba dar de comer a su monstruo; al monstruo le gustaban los indios y las indias.
El bebé de María y José nacería pronto, estaban preocupados pues no tenían un lugar donde guarecerse del frío y de la lluvia... Temían perder a su hijo...
De pronto, en un lugar poblado por muchos árboles, José alcanzó a ver una luz, creyó ver una alucinación, aunque después de divisar varias veces... ¡Sí, era una luz!
Ayudando a María, caminó más rápido y con mucha esperanza hacía aquella luz...
Cuando se acercaban, José detuvo su paso, pues en su corazón tuvo miedo de que aquella luz fuese una trampa de los hombres del Rey... Sin embargo, María sintió un aviso fuerte de que ya su hijo iba a nacer y apuró en su paso a José.
Cuando llegaron a la luz, vieron con alegría que estaban en una cueva grande y cálida. La luz era una fogata y a su alrededor había un grupo de indias e indios que huían del Rey y de su monstruo, igual que José y María.
Cuando los y las de la cueva les vieron, les tendieron la mano, les ayudaron, les dieron un poco de maíz y cacao molidos con agua, su único alimento y les abrazaron entre todos para darles calor...
Entonces... ¡El Liberador nació!
Nació en esa tierra llamada Acteal de Chenalhó.
Hubo unos hombres buenos que vivían lejos de Acteal. Ellos habían aprendido a leer en las estrellas, tenían unos libros muy grandes en donde siempre leían para saber más acerca de las estrellas.
Siempre estaban peleando porque nunca tomaban acuerdo de qué decían las estrellas... Eran tres y tenían además de sus libros y de sus estrellas, un pedazo de tierra en el que sembraban.
El primero sembraba Maíz, era conocido como Rey-del-maíz. El segundo sembraba Café, tenía como nombre Rey-del-café. El tercero sembraba flores y todos y todas le decían Rey-de-las-flores.
La gente del pueblo los llamaba Magos por su conocimiento de las estrellas. Ellos eran pues, unos Reyes Magos.
Una buena noche se dieron cuenta que una estrella, la estrella que aparece al atardecer por donde se mete el sol, esa estrella grande que nuestros abuelos llamaban Tlahuscalpantecutli, señalaba un lugar al sur. Consultaron sus libros y después de pelear mucho, por fin tomaron acuerdo: Los libros decían que al sureste, un día cercano, nacería un Liberador, un hombre, un hombre pobre que buscaría siempre
Los Reyes Magos pensaron que debían conocer a ese niño. Tomaron sus caballos, sus libros, su maíz, su café, sus flores, su Amor, su Esperanza, y partieron hacía el sureste siguiendo a la estrella.
Cuando llegaron al sureste, fueron a ver al Rey, al que tenía al monstruo que comía indios e indias. Entraron a su palacio y le contaron lo que sabían. El Rey pensó que el niño era peligroso para él y para su monstruo. Mandó llamar a sus magos y les preguntó por el Niño Liberador, ellos le dijeron que nacería de padre y madre indios, y que él sería indio también.
El Rey del monstruo llamó a los Reyes Magos y les dijo que buscarán al Niño Liberador y que luego volvieran a contarle, pues también él quería conocerlo.
Los Reyes Magos partieron con alegría. El Rey del monstruo había mentido, pues lo único que quería era matar al Niño y dárselo al monstruo.
Los Reyes Magos siguieron la estrella y pronto encontraron la cueva con el Niño Liberador. Entraron a la cueva y lo vieron en los brazos de María, su madre.
Llorando de alegría entregaron cada uno sus regalos:
El maíz porque nuestros huesos están hechos de maíz.
El café porque de café es nuestra carne.
Y las flores porque son ellas las mejores armas para liberarnos del monstruo.
Los indios e indias de la cueva contaron a los Reyes Magos a cerca del Rey y su monstruo. Entonces decidieron regresar a su lugar por otro camino, sin avisar al Rey donde estaba el Niño.
Cuando el Rey se enteró montó en colera y mandó matar a los niños de Acteal, con la intención de matar al Liberador. Los hombres del Rey no sólo mataron niños y niñas, sino también a sus padres y madres... El monstruo tuvo alimento para mucho tiempo...
¡El niño Liberador no murió! ¡Vive!
¡Vive en cada niño y niña de Acteal, de Chenalhó, de Chiapas, de Morelos, de México, del Mundo... Vive sobre todo en los niños y las niñas que no tienen nada... más que su pobreza, su dolor, su dignidad y su esperanza.
Desde entonces los Reyes Magos reparten Maíz, Café y Flores, esperando que con esas armas los niños y las niñas destruyan al Rey y a su monstruo...
* Publicado en junio de 1998.
** Actualmente es subdirector de La Jornada Morelos.
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