Todo comenzó porque el enano en el poder, Felipe Franco Pinochet, envió una iniciativa de presupuesto que reducía… ¿cuánto?... ¿de cuatro a cinco millones de pesos?... los recursos destinados a eso que algunos llaman Cultura. Una afrenta similar, cambiando las cifras, se cometía contra
Así que, algunos viejos chamanes y un titipuchal de aprendices de brujo, integrantes de esas hordas de pintorescos y bellos neuróticos de los que hablara don Pepe Gordillo, salieron a las calles como antes lo hicieran las madres y hermanas de las mujeres asesinadas en Juaritos, los trabajadores del SME que luchan por impedir la privatización de la industria eléctrica, los pueblos indígenas que caminan por un nuevo pacto social que los incluyan como parte sustancial de la nación mexicana o los campesinos que un buen día dijeron que el campo no aguantaba más.
Al frente, portando unas playeras negras como distintivo, veo a Marta Verduzco, Luisa Huertas y Gabriel Pascal, integrantes de
La manifestación, que aún se ve raquítica, llega a la intersección de Reforma y Juárez; allí, teniendo como fondo El Caballito de aquél escultor salinista que además de una vasta obra tiene unos padres con buen gusto para los nombres, un grupo de jóvenes vestidos con trajes producto de algún reciclado posan ante las cámaras que no se dan abasto con tanto color y tanta forma.
Vamos llegando a la altura del Sheraton, espero ver a los granaderos que acostumbran cuidar la exclusiva área de la cotizada Slim City cuando quienes marchan son integrantes de
Al otro lado de la acera, la librería Gandhi, fruto del trabajo editorial del Gordo Mauricio Achar, hace de telón de fondo a los encuentros que sostengo con Ana Luisa y Gilberto, mis amigos y compañeros de Perro Teatro, la compañía que tenía en comodato el Teatro Santa Fe del IMSS y que, a pesar del menosprecio del Conaculta matasarista, representó a México en un festival iberoamericano con motivo de los 400 años del Quijote; con Isabel y Paco, espléndidas personas a quienes admiro por hacer de la educación y la cultura una trinchera para detener la violencia de género, o con Victoria, una amiga bailarina –hija de la periodista Rosa Rojas- quien prometió escribirme para invitarme a su próxima función; lo mismo que otros jóvenes bailarines que al llegar a Eje Central coreaban: “señor Calderón, lo invito a mi función”.
Así, entre abrazos y besos, veo pasar los contingentes del Centro de Capacitación Cinematográfica y de
Entre estos distingo a Marco, quien hace un año estaba chambeando en las filmaciones del Apocalypto melgibsoniano y ahora ostenta un yembé que hace juego con la trompeta de Roam; a Mónica, quien tuvo una escena en
Al pasar por Tacuba, uno de estos jóvenes, tan ingenuos que hasta dan ternura, se acercó a la plaza Manuel Tolsá, y gritó aquello de que “el pueblo conciente se une al contingente” a un grupo de hombres y mujeres de piel oscura y palabra digna que se encontraban en una especie de campamento en el Senado; entonces, luego de nada más mirarse, algunos de los hombres tomaron una su manta que tenían y sin más aspavientos aceptaron la invitación del mancebo aquél. El resto del recorrido no echaron consigna ni corearon lo gritado por otros; sólo se limitaron a sumar su andar con el de estos muchachos y estas muchachas cuya indignación les hacía salir de sus casas en
La marcha continuó entonces su peregrinación hacia el norte de la ciudad para quebrarse luego por República de Cuba y Allende y rodear las inmediaciones al edificio de Xicoténcatl, resguardadas por elementos de la secretaría de seguridad capitalina y agentes de la recién robustecida PFP. Allí, una pareja de jóvenes que después supe eran del Espiral 7, de Puebla, editores de una revista de literatura humorística, irreverente, satírica y de mal gusto intitulada El Ánima de Sayula, abuchearon a los militares disfrazados de policías con silbidos de cinco notas y una que otra consigna: “esos son, esos son los que chingan la nación”. Entonces, un joven con una mojiganga de calavera se dispuso a retorcerse todito frente a los granaperros y otro se animó a treparse sobre las mallas y bailar bajo el aplauso unánime de los vecinos que miraban desde sus balcones y ventanas.
Cuando la manifestación llegó a la plancha del zócalo, el recuerdo de la “marcha raquítica” se había esfumado para dejarle espacio a los muchos personajes que plagaron las calles del centro histórico de la ciudad de México a lo largo de no sé cuántos kilómetros: un clown marinero cuyo barquito colgaba de sus hombros mientras hacía sonar un trombón de vara que era las delicias de las chicas que atienden los restaurantes de Allende, unos músicos con reminiscencias medievales y unos titiriteros que surten un efecto parecido al del flautista de Hamelin, el Sombrero Loco de Alicia con una pátina color dorado, algunos jaraneros que recuerdan a Los Folkloristas, zanqueros de todos los colores… y pasamos frente a
De pronto, lo surrealista se mezcla con lo esperpéntico, y un hombre con playera de las Chivas porta sobre ésta una leyenda que reza -¡oh, blasfemia!- “I love América”; mientras otro aparece rebasándonos por la izquierda (mera coincidencia espacial), jalando un huacal con rollos de papel cartón a los costados simulando un tanque de guerra; adentro va una pequeña de unos tres o cuatro años de edad enarbolando la bandera de la convención lopezobradorista y, en la parte posterior de esta suerte de tanqueta ludens, una frase de Gabriel Celaya sostiene que “la poesía es un arma cargada de futuro”.
Paty y Rafael, de Teatro Súbito, recién desempacados de
¿Cuáles vacas sagradas? El diario
La fiesta ha terminado. Un Goya mucho más desganado que los muchos que sonaron a lo largo de la marcha se escucha a un costado del también llamado Palacio Legislativo sobre la calle Emiliano Zapata, la misma que hace cinco años sirviera de escenario al mitin de la comandancia zapatista mientras Esther y Zebedeo hablaban desde la tribuna “más importante de la nación”. La prensa escrita anuncia que
A lo lejos, todavía se alcanza escuchar “Señor Calderón, ¿por qué no usó condón? / Señora Hinojosa, ¿por qué parió esa cosa?” Mientras, en Los Pinos, el aludido y sus socios en el poder de arriba se soban las manos tras la conclusión del experimento: los artistas han dado una muestra de que también pueden tomar las calles… pero sólo si les tocan el bolsillo… lo demás: Oaxaca, Atenco, Sicartsa, Pasta de Conchos, no les interesa.
Abajo, el calendario se deshoja dejando entrever el 22 de diciembre, día mexicano de los santos inocentes desde 1997.
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