Con Ernesto Zedillo, el mapa de la militarización se extendería por todo el país originando una reorganización de las instituciones castrenses en 12 regiones, 41 zonas y 23 guarniciones militares a nivel nacional; implicando con ello la creación de cuatro zonas militares más a las que había en 1994. También se crearían escuadrones de fuerzas especiales, tipo rangers y boinas verdes estadounidenses: de un Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (conocido como GAFE) en existencia hacia 1998, el número de GAFES alcanzaría la cifra de 70; además de 36 Grupos Anfibios de Fuerzas Especiales (GANFES), 3 Brigadas de Infantería, 1 Brigada de Policía Militar, 2 Batallones de Infantería, 1 Regimiento de Caballería Motorizado, 8 Regimientos Mecanizados y 24 Compañías de Infantería no encuadradas nuevas.
De igual manera,
En el Distrito Federal, capital del país y sede de los Poderes de
Por último, el mes de julio de 1999, 4 mil 988 elementos de
Calificados por el entonces secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco Altamirano, como elementos “altamente especializados”, los nuevos “policías” habían sido los mismos que patrullaron las calles de la delegación Iztapalapa del Distrito Federal, entre 1996 y 1997. Rocío Duque (La vida no vale nada. Convergencia Socialista, 1999) recuerda que cuando los militares se hicieron cargo de la seguridad pública, en la ciudad de México se denunciaban 679 delitos al día, al regresar a sus cuarteles la cifra había aumentado a 701 cada 24 horas.
Lejos de entender el proceso de militarización orquestado por Ernesto Zedillo (o quizás porque lo entendía tanto que lo compartía) Vicente Fox Quesada, el primer presidente mexicano que no salía de las filas del priísmo, repitió la estrategia guerrerista de sus predecesores. Atrás quedó el lema con que abanderó su campaña electoral de significarse como el “gobierno del cambio”, pues, así como puede decirse que Zedillo fue quien legalizó la participación de las FFAA en tareas propias de la autoridad civil, de Fox Quesada se puede asegurar que fue quien en definitiva tendió el puente para que éstas, las FFAA mexicanas, accionaran bajo los dictados del Pentágono y
Pero no nos adelantemos, que ello será materia para posteriores entregas. Antes demos cuenta, aunque de una manera bastante grosera, por breve, de las acciones que ordenara o autorizara quien fuera inquilino de Los Pinos entre 2000 y 2006. Comencemos, por ejemplo, con la ocupación militar del penal de alta de seguridad, conocido entonces como
Sin embargo, lo que quizás marcaría la pauta en política de seguridad interior (más que pública o nacional) durante el sexenio foxista, fue lo que tuvo como punto de partida el que un grupo de generales le entregaran al presidente el Plan Chiapas 2000; un documento cuyo contenido significó, en términos de la nueva estrategia a seguir frente al conflicto armado iniciado en el sureste mexicano, la guía que el jefe de las FFAA acataría a lo largo de su sexenio; se trastocó así, también por primera vez, la línea de mando: el comandante supremo recibía órdenes, disfrazadas de “sugerencias”, por parte de sus subalternos.
El Chiapas
Pero de ello y de los demás signos de militarización en el “gobierno del cambio” hablaremos en nuestra próxima entrega.
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