23 de octubre de 2016

Del “pragmatismo responsable” a la irresponsabilidad programática





Babel
Del “pragmatismo responsable” a la irresponsabilidad programática
Javier Hernández Alpízar

Cada vez más, entre los defensores de AMLO, integrantes del voto duro de sus candidaturas y actuales simpatizantes de Morena, especialmente entre los que menos idealizan a su líder y saben que no es el modelo de honestidad valiente que pretende ser,  su razonamiento del voto se reduce al voto útil: la fuerza que da el número. La verdad de su posición se fundamenta en su éxito. El mismo razonamiento que desde la derecha formó la propuesta del voto útil por Fox, por cierto, de quienes votaron así de útil no escuchamos ni leímos jamás su autocrítica.

A quienes no compartimos su opinión no pueden convencernos porque cometen petición de principio: parten de que AMLO representa a la izquierda, la única real, lo dan por sentado y no lo demuestran. No pueden hacerlo porque no es verdad: hay muchas izquierdas, además de Morena y el EZLN. Y si conceden que haya además otra izquierda, piensan que es su obligación apoyarla por el pragmatismo del voto útil de izquierda (no lo han llamado así, pero así funciona su razonamiento).

Los defensores del candidato presidencial de Morena, en su inmensa mayoría, enjuician a los demás por abstenerse de votar por su exitoso y fuerte candidato, pero jamás se preguntan ni mucho menos evalúan para qué ha sido realmente útil su voto, su proselitismo y el desprestigio que han producido con sus calumnias contra quienes no comparten su posición ni sus esperanzas en el líder de siempre.

A ese pragmatismo: votar por el que es fuerte y exitoso, le llaman “ética de la responsabilidad”. No estar de acuerdo con él es “irresponsable”. Incluso, cuando se critica por falsa la pretensión de “honestidad valiente” de su candidato perenne, apelan a la autonomía entre la moral y la política. Hay que ser pragmáticos, en lugar de razonamientos morales dar argumentos políticos, que esencialmente son fuerza y éxito, capital de votos para ganar.

A quienes han votado tres veces por el candidato que puede ganar los hechos les han dado la razón: ganaron tres veces. Ganaron con Fox y les reconocieron el triunfo, sacaron al PRI de los Pinos y el PAN una vez ahí se quedó, con fraude y haiga sido como haiga sido, dos sexenios.

Luego ganaron un par de veces, en 2006 y 2012. Los poderes de facto que gobiernan el país les hicieron fraude, así como Fox era aceptable para esa oligarquía, AMLO no. No han revisado a fondo qué pasó en esas ocasiones: ¿por qué AMLO no llevó las protestas hasta la desobediencia civil? Fue quien contuvo la fuerza de los suyos y los hizo esperar al siguiente periodo de elecciones presidenciales.

Ese par de fraudes, operados por la derecha que el voto útil llevó al poder con Fox, han dado al líder el aura falsa de héroe: es intocable, intachable e inmarcesible y otros in… Tal como lo era el Fox recién abanderado presidente en 2000: sus fanáticos lo equiparaban a Hidalgo. Quienes derribaron esa imagen de héroe fueron los que hicieron la Marcha del Color de la Tierra, los mismos que derribaron la imagen de fuerza y éxito neoliberal y modernizador de Salinas en 1994. Pero regresemos al tema del éxito de AMLO.

En 2006, parte del éxito de AMLO era el apoyo del empresario beneficiado por su gobierno del entonces DF, hoy Ciudad de México: Carlos Slim, el empresario más austero que AMLO ha conocido, a su decir. Probablemente el triunfo de facto de Calderón se dio cuando Slim se resignó a no llevar a AMLO al poder y reconoció el “triunfo” fraudulento de Calderón. A Slim no lo ha demonizado la izquierda lópezobradorista, quizá porque su fuerza y éxito económico lo hacen irrebatible e irrefutable en los términos que ellos entienden; verdad es éxito.

Los fraudes de 2006 y 2012 (así como el de 1988, defendido públicamente por Bartlett como triunfo “legítimo” del PRI, que llevó al poder al grupo de Salinas, Ruiz Massieu, Colosio, Aspe Armella, Zedillo, Camacho Solís y su cachorro Ebrard) han tenido efectos devastadores en el país: una contrarrevolución de derecha efectuada por el PAN y el PRI, con la complicidad de la izquierda perredista (de la cual AMLO y sus altos cuadros hoy reciclados en Morena fueron parte activa, fuerte y exitosa hasta apenas este sexenio que fundaron Morena).

A la izquierda institucional estos fraudes la envenenaron, aceleraron el proceso de descomposición política (incluida ética; ojo: no moral sino ética-política), y el video escándalo de los videos que Salinas, Cevallos y Ahumada les pudieron hacer por la razón de que sí había corrupción en las altas cúpulas del PRD, entonces dominado por AMLO, fue apenas la punta del iceberg.

Lo peor de todo para las bases de la izquierda oficial es que los fraudes de la derecha la inmunizaron contra la crítica: desde el video escándalo se acostumbraron a convalidar todo acto corrupto en su partido con el mismo esquema, todo es un complot de la derecha contra nuestro exitoso candidato. La derecha no logró minar la popularidad de AMLO para 2006, incluso la aumentó con el desafuero, pero logró sin proponerse algo letal: inmunizar al candidato desaforado y luego reaforado con un aura que lo vuelve inmune a la crítica y que dejó a sus seguidores mesmerizados, fascinados, incapaces de ver evidencia alguna que contradiga su argumento de nuestro líder es valiente, exitoso y fuerte. Como AMLO no ha podido ser evaluado por un gobierno federal suyo con sus políticas operando, se volvió inevaluable: Sus seguidores tienen la ilusión de que siempre ha sido de oposición y no ha tenido el poder. Han mitificado el recuerdo de su gobierno del DF, cuando bajo el lema de primero los pobres benefició sobre todo al menos pobre: Carlos Slim. Ni siquiera suelen ser críticos de Slim quien en 2006 fue cómplice no “indirecto” sino directo del fraude al aceptar, como gran elector, a Calderón y darle la espalda al candidato que había apoyado: AMLO. Al contrario, ven a Slim como “la izquierda” del empresariado y lo tienen en un lugar aparte de los demás empresarios. (Si hay algunos críticos de Slim son voces minoritarias que no hacen verano).

Por esta victimización de AMLO frente a los fraudes de la derecha, sus seguidores se han negado a aceptar que sí ha tenido el poder y la responsabilidad de ello para regir hegemónicamente al PRD, aliado con los chuchos hasta 2006 y ha podido hacer candidatos a personajes nefastos, como Dante Delgado y Manuel Bartlett, rodearse de salinistas como Camacho Solís y llevar al poder a Ebrard, Juan Sabines, Gabino Cué, Aguirre Rivero, Bartlett, Mancera.

La negación de toda crítica, con el chantaje de “no hacerle el juego a la derecha”, los ha llevado a una posición que es todo lo contrario de la “responsabilidad” con que aderezan su argumento pragmático: quienes votaron por el PAN y el PRI son responsables (razonable), quienes no han votado por AMLO son responsables (y peor si lo han criticado, es por definición inatacable) son responsables (aunque esas abstenciones no le quitaron el triunfo en las urnas, se lo quitó la derecha y su decisión de que la protesta no debe llegar más allá de lo testimonial y simbólico), pero ellos no son responsables de nada de lo que los gobierno que llevaron al poder con su voto en Baja California Sur, Ciudad de México, Guerrero, Oaxaca, Chiapas (sin contar a los chuchos que el arrastre electoral de AMLO llevó al poder antes de escindirse con Morena), de eso nadie es responsable. Lo cierto es que esos fueron los verdaderos éxitos y los verdaderos gobiernos de la fuerza y el éxito electoral de AMLO.

En resumen: una fuerza y un éxito que ha llevado a AMLO a gobernar Tabasco y el DF, pero ha llevado también a gobernar a sus candidatos en varios estados con fuerte presencia indígena (donde se dedicaron a la contrainsurgencia y la represión y se han hecho cómplices de Calderón y Peña).

No obstante, sus seguidores: o bien invisibilizan la responsabilidad del líder tabú y las suya propia como votantes y represores de toda crítica, o bien, desechan toda esa información en nombre del voto útil: ahí está la fuerza, ¿por qué cuestionarlo? Eso ha llevado a una descomposición tan acelerada que si el PRD se fue degradando durante años y sexenios, Morena ya nació bajo el estigma de ser una agencia de colocaciones para candidaturas administradas por AMLO, con algunas de ellas repartidas a ojos ciegas en tómbola, pero con las más importantes a cargo de líder incriticable.

Los verdaderos autores y cómplices del fraude de 2006 y el de 2012 son Fox, Calderón, Elba Esther, Peña Nieto, con la complicidad de gente como Slim, el PRD chucho, pero los columnistas y caricaturistas mercenarios de AMLO han tenido un espantajo con el cual ocultar a sus verdaderos defraudadores y detrás del cual esconder sus propios errores y responsabilidades: el EZLN caricaturizado como un compló, como un grupo de indígenas manipulados por un mestizo (racismo y colonialismo unidos).

La negación del pensamiento crítico los ha llevado a la negación del pensamiento a secas. Siguen siendo una fuerza, alimentada sobre todo por la nefastez de la derecha. En eso confían, pueden ser todo lo nefastos que puedan, pero la derecha lo es más y si alguien se interesa en votar, lo tendrá que hacer por ellos. A menos que no, que alguien se niegue a convalidar esa chungas movidas de chuchos y amlos, que alguien no tema al estigma de “le haces el juego a la derecha” y se atreva a decirles que el rey va desnudo.

Por supuesto, la conclusión, y esto lo pongo porque los detractores de toda crítica siempre hacen el mismo chantaje y presión moral; esto no valida a la derecha fascista ni invita a votar por ella, ni siquiera invita a votar o no votar. Solamente señala la gran trampa en que el pragmatismo acrítico sumió a la izquierda institucional: su enemigo mortal es el PRI y por ello volvieron las elecciones en una competencia entre priistas y expriistas, sin olvidar cómo el voto útil llevó al poder a la derecha fascista panista, y también a fascismos como el de  Mancera. Pero del voto amloísta nadie es responsable porque… es un éxito y un triunfo. Y lo exitoso es incriticable.

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