25 de octubre de 2016

La lucha por la vida y el ser de los pueblos indígenas en México.

Por: Agustín Ávila / Rebelión.

Me encanta como desde la academia y lo "correcto" se asume que las comunidades indígenas zapatistas solo son un producto occidental de las "buenas costumbres" de izquierda, cuando hay una cultura arraigada, híbrida, en movimiento, pero distinta a la mayoritaria del país, que lleva más de 20 años creando y recreando nuevos imaginarios, contrapoderes, nuevos instituyentes, todo ello en conflicto, en enfrentamiento, con muertos, desaparecidos, presos, etc.

Basadas en conceptos propios en lengua tseltal, tsotsil, chol o tojolabal -entre muchas lenguas que se hablan en su territorio-, las comunidades indígenas tienen otra forma de relacionarse con la naturaleza, la vida, la acción política y la ética.

Para los "académicos" y los intelectuales "correctos" sólo existen los conceptos eurocentrados y coloniales, los caminos únicos al reino de la felicidad, ya sea retomando a Marx, Bourdieu, Hegel, el racista de Kant o los demás. Poco se retoma lo que los pueblos indígenas dicen, hacen y retoman de su memoria biocultural.

En ese sentido discutir sobre una posible candidatura que no se ha definido bien, que es algo que habrá que esperar, cuyo resultado saldrá de una consulta que involucra a decenas de miles de personas por todo México, requiere indudablemente una gran apertura epistemológica, una visión desde el sur, desde el México profundo que ahí esta en pleno siglo XXI exigiendo su derecho a ser parte de nuestro país -les guste o no a todos-.

Requiere entender que la lucha por el territorio, por la defensa de la vida, de la ecología, de la madre tierra, es una defensa de un modo de vivir, de ser. Es una lucha política ontológica lo que están llevando a consulta las comunidades indígenas que hoy más que nunca se ven amenazados con los proyectos mineros, energéticos, con la introducción de transgénicos, la construcción de presas, la privatización del agua, la construcción de megaproyectos, de obras de infraestructura y de zonas económicas especiales.

Por ello hoy más que nunca es necesario hacer visibles esas luchas, esas resistencias, esas construcciones alternativas, esas otra formas de vivir, de estar, de compartir y de construir que en diferentes rincones de México se encuentran. Y que indudablemente anuncian un mejor mañana, porque lo que venga indudablemente tejerá solidaridades, experiencias, sentidos alternativos de futuro, nos preparará aún más a enfrentar a esta hidra capitalista que por todo México privatiza lo público y construye una monocultura de acción política.

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