2 de octubre de 2019

"Esta noche juntos..." | Dramaturgismo entre Samir Flores y Ayotzinapa | Uno.

Por: Sebastián Liera / Tlatulteketke.

En 1970, el Organismo de Promoción Internacional de Cultura de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México publicó la obra de teatro obra de teatro Esta noche juntos, amándonos tanto, de Maruxa Vilalta, en una colección que incluía los textos teatrales: Los desorientados, Un país feliz, Soliloquio del tiempo, Un día loco, La última letra, El 9 y Cuestión de narices, y las novelas El castigo, Los desorientados y Dos colores para el paisaje; con diseño tipográfico de Vicente Rojo. Ése mismo año, Vilalta recibiría el Premio Juan Ruiz de Alarcón a la mejor obra del año, justamente por Esta noche juntos, amándonos tanto, y el mismo texto le llevaría a ganar al año siguiente: 1971, el Premio a la mejor obra del Festival de Las Máscaras, de Morelia. Un año después: 1972, el Fondo de Cultura Económica (FCE) en su Colección Tezontle publicaría solo las obras dramáticas. Y, unos años más tarde, el mismo FCE editaría tres volúmenes de la obra de Vilalta: Teatro I, con todos los textos de la edición del OPIC, excepto Esta noche...; Teatro II, donde ya se incluyó Esta noche juntos, amándonos tanto, junto con Nada como el piso 16; Historia de él; Una mujer, dos hombres y un balazo, y Pequeña historia de horror (y de amor desenfrenado), y Teatro III, con Una voz en el desierto, Vida de San Jerónimo, obra en 17 cuadros. Por la colección de Teatro II, donde está Esta noche..., Vilalta recibiría el Premio de la Asociación Mexicana de Críticos de Teatro.

Sobre la vida y la obra de Maruxa Vilalta se ha escrito mucho y lo han hecho plumas como: Carlos Solórzano, Luis G. Basurto, Luis de Tavira, Ramón Xirau, Efraín Huerta, Mauricio Magdaleno, Héctor Azar, Marcela del Río, Henrique González Casanova, José Ramón Enríquez, Sergio García Ramírez, Reyna Barrera, Fernando Sánchez Mayáns, Felipe Garrido, Carlos Miguel Suárez-Radillo, Manuel Aznar Soler, Josep María Poblet, Joaquín Ventalló, Josep María Lladó, Jean y André Camp, Sharon Magnarelli, Robert L. Bancroft, Willis Knapp Jones, J. Gaucher-Schultz, Joan R. Boorman, Kirsten F.Nigro, Edna Coll, María Ramos y Jan Makarius; por lo menos. Yo, si no mal recuerdo, más que por alguna de estas connotadas voces la conocí primero por unas cápsulas aburridísimas llamadas "El libro de hoy", que transmitía Canal 13 antes de que lo comprara Salinas Pliego a Imevisión, por ahí de los años en que a la Ciudad de México la sacudieron los sismos de 1985: frente a una cámara fija, con un librero de fondo, Vilalta nos contaba las maravillas de un libro distinto cada cápsula con una su voz como de fumadora consuetudinaria y un tono sin matices; me recuerdo a mis 9 o 10 años de edad pensando: "Pobre señora, seguro ni quiere estar allí y ahí la tienen hablando de cosas que ni le interesan." De más está decir que no recuerdo una sola de las obras cuyos fragmentos nos leía por televisión pública.

Posteriormente, cuando el teatro me atrapó en sus tablas, me reencontré con la señora Vilalta, luego de comprar en una librería de viejo una edición en la que venía sola Una mujer, dos hombres y un balazo; libro del que me deshice, junto con otros: poco más de 100, la primera vez que pensé que me libraría de mi herencia dionisíaca. Era una época en la que leía teatro como si en ello se me fuera la vida de una manera ingenua, sin prejuicios, acaso ignorante de cómo funcionan los resortes y mecanismos del fenómeno escénico, y, por lo mismo, con mucho goce. Y Maruxa Vilalta, esa viejita que me aburría de niño cuando por equivocación me topaba con su cápsulas televisivas, se volvió en mi dramaturga mexicana favorita. Recuerdo con mucha emoción cuando le compartí "mi descubrimiento" a una muy joven Laura Borrego (sigue estando joven, pero entonces lo era mucho más) y cómo ella se animó a proponérsela al maestro Benjamín Gómez Jiménez para llevarla a escena y presentarla en la sala audiovisual que hoy lleva su nombre (del maestro Benjamín, no de la maestra Vilalta) en una Escuela Federal Preparatoria por Cooperación "Calmecac" que nadie conoce por su bello nombre, sino por el mote de Prefema; en Torreón, Coahuila. Ése año: 1993, "En Las Lomas ésa noche", uno de los cuatro cuadros de Una mujer, dos hombres y un balazo, sería la primera obra dirigida por Borrego y yo tuve la fortuna de actuar en ella.

Mi segundo libro de Vilalta sería, justamente el Teatro II editado por el FCE en 1989, y Esta noche juntos, amándonos tanto se volvió mi segunda obra favorita de la maestra nacida en Barcelona en 1932 y nacionalizada mexicana desde 1940. Así que cuando tiempo después conocí a Jessica Cortés y me compartió que una de sus obras más entrañables era precisamente Esta noche... no pude más que estar de acuerdo con ella, y, juntos, fantaseamos mucho sobre el día en que buscaríamos a alguien que nos dirigiera para llevarla a escena. Los años nos llevó a ambos por distintos derroteros y hoy me entero de que ella, no como actriz, pero sí como directora, ha decidido emprender la aventura de montar Esta noche juntos, amándonos tanto; una obra que a decir de su autora es una sátira del egoísmo y el odio, y trata, por lo tanto, de exaltar el amor, con sus alumnos del Taller de Teatro del ColBach, Plantel 17 Huayamilpas-Pedregal, con miras a presentarse en la actual edición del Festival Internacional de Teatro Universitario de la UNAM.

En el texto original de Vilalta, como puede leerse en la página web de la autora y confirmarse leyendo su obra, los personajes protagónicos se dedican a leer periódicos actuales, de la guerra civil española y de la Segunda Guerra Mundial, mientras las y los espectadores ven reproducidas ante sus ojos escenas de crímenes cometidos por dictadores como Hitler, Mussolini y Franco, entre otros fascistas “salvadores de la patria”. Se trata, nos dice Vilalta, de personajes "no-héroes", egoístas, abyectos, ruines, que presentan en escena una caricatura trágicamente grotesca de los extremos a que pueden conducir la incomunicación voluntaria y el odio entre los seres humanos. Para ella, en su dramaturgia escénica, Cortés ha decidido asomarse a dos acontecimientos que le son contemporáneos y que le resultan fundamentales abordar de la mano de Vilalta: la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y el asesinato de Samir Flores, y poner la lupa en una situación que por obvias razones le es urgente: el creciente feminicidio en México.

En lo personal, los tres temas a los que le hincará el diente escénico Cortés y la obra de Vilalta se me antojan para emprender, a manera de esbozo, lo que sería un trabajo de dramaturgismo, estando, a decir verdad, muy lejos de hacerlo en un sentido riguroso; imaginando la posibilidad de que sus actores y actrices puedan leer este ejercicio, realizado con el deseo de que pueda ser útil para complejizar su trabajo de análisis y estudio de lo que llevarán a las tablas. Sobra decir que la posibilidad de que así sea me emociona: siempre que tengo la posibilidad de observar, aun de lejos, el trabajo de mis colegas, fantaseo con la posibilidad de hacer una labor de investigación para ayudar a fortalecer el sentido de su proyecto en términos estéticos y/o políticos, pues, es como si se me dieran la oportunidad de ser un espectador privilegiado del mismo, lindando, muy de lejos, con la inmensa tarea que conceptualizaría Lessing desde 1767 en su Hamburgische Dramaturgie y que, mucho más tarde, sería el sello más destacado del teatro didáctico brechtiano.

La primera vez que escuché la palabra dramaturgista fue de los labios de Víctor Hugo Rascón Banda una de aquellas madrugadas de su taller de dramaturgia en el marco del Tercer Encuentro de Teatro Comunitario de la Región de los Volcanes, celebrado en las ciudades de Tlaxcala y Apizaco, en el estado de Tlaxcala. El Encuentro lo organizaba logísticamente Grupo Tlaloque, con sede en el Centro Cultural La Libertad, capitaneado digna y amorosamente por la querida Gloria Miravete, y, conceptualmente, lo que más tarde sería la asociación civil Consejo de Teatro Comunitario de las Región de los Volcanes, llevada a cuestas por el incansable Raúl Peretz.

Las sesiones del maestro Rascón Banda se sucedían a la 1 de la mañana, no como inicio, sino como final de las exhaustivas jornadas del Encuentro. Corría el año 1998 (año en que nació mi hijo) y el autor de obras como Máscara contra cabellera, La fiera del Ajusco o Desazón, nos compartía su experiencia en La Malinche, estrenada ése mismo año bajo la dirección escénica de Johan Kresnik, a un puñado de insomnes teatreros que soñábamos con profesionalizarnos en nuestro oficio sobre las tablas más que dentro de las aulas… o, más o menos. Yo coqueteaba con la idea de pasarme al taller del maestro José Ramón Enríquez, quien disertaba de dirección escénica; sin embargo, antes de hacerlo, no me perdí la sesión de arranque del taller del maestro Víctor Hugo, y allí compartió que en La Malinche, más que dramaturgo, él había sido dramaturgista de la puesta en escena de Kresnik, y nos explicó, más o menos, de qué iba ése término que, a decir de Patrice Pavis, proviene del vocablo alemán dramaturg; una suerte de «consejero literario y teatral vinculado a una compañía, a un director o a un responsable de la preparación de un espectáculo.»

La investigadora Gabriela Aparicio dice, palabras más, palabras menos, que estrictamente un dramaturgista tiene tres áreas de trabajo: como “administrador literario” en un teatro o festival, en la selección y programación de espectáculos teatrales, apoyando la formación de nuevos dramaturgos, generando críticas respecto de las producciones y realizando investigación para apoyar desde diversos planos (teórico, histórico, social, artístico, estético) una producción teatral; como acompañante o facilitador del proceso de escritura de un dramaturgo, desde el inicio de su proyecto, pasando por los distintos borradores del texto, hasta llegar al producto final que debe estar en condiciones de entrar a la sala de ensayo y alcanzar su montaje, entendiendo cuál es la escritura, la temática, la estética y la estructura que el dramaturgo quiere desarrollar y llevarlo a ese lugar, ocupándose del producto final, velando porque el texto dramático sea finalmente un texto teatral de calidad y abierto a ser interpretado junto a una audiencia en el escenario, y como “crítico interno”, trabajando con el director, asistiendo a ensayos, tomando notas (respecto de la actuación, el diseño teatral, los elementos técnicos), realizando investigación, buscando puestas anteriores del mismo texto, buscando referentes (artísticos, conceptuales, estéticos) para apoyar al director a llegar al propósito que busca, pensado en las audiencias.

Podría decirse que, de un modo muy modesto, fue justo con Jessica Cortés que emprendí mi primera aventura dramaturgista sin ser consciente de ello del todo, cuando, reconociéndome heredero de la poética escénica y pedagógica de José Ramón Enríquez, acompañé hace años la puesta pedagógica que ella hiciera de un par de pasos de Lope de Rueda en la Escuela de Iniciación Artística No. 2, en la Ciudad de México. Más tarde, ya como docente en la Escuela Superior de Artes de Yucatán, dirigí dos, así clasificados por mí, “paseos novoauriseculares” para la práctica escénica de Siglo de Oro español de la Licenciatura en Teatro y mi labor como dramaturgista amplió sus miras y sus alcances. Y, podría decirse, mis dos proyectos escénicos más recientes: Macario Muuch y algo que apenas estoy bocetando en una suerte de laboratorio que incluye ir probando la dramaturgia de la puesta en escena directamente ante el público, mucho tienen de ser experiencias dramaturgistas también.

Así, que, sin ser un dramaturg en el sentido que lo explica Fernanda del Monte en su ponencia Dramaturgista, el oficio sutil de dotar de sentido a la escena, cada que puedo hacer algún trabajo, así sea mínimo, de investigación acerca de los contenidos, ora teatrales o estéticos, ora sociales o políticos, de los proyectos artísticos de mis compañeras y compañeros de tablas, si cuento con algo de tiempo, no dudo en hacerlo. Así fue como, por decir un ejemplo, acepté acompañar el trabajo de reescritura que la actriz y directora teatral Mónica Vázquez hiciera del guion en el que basará un cortometraje que, de lograrse, será su ópera prima como directora de cine, en el cual aborda anecdóticamente el tema de la violencia machista, y, ahora hago lo mismo, aunque sin invitación de por medio, para con la puesta en escena que Jessica Cortés. ¿Me acompañan?

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