Por: Rolando Astarita / Blog.
Con motivo del último post (aquí),
un lector del blog me envió un mail preguntándome por qué dedico tanto
tiempo a discutir el tema del trabajo potenciado. Sospecho que tal vez
otros lectores del blog se hagan esta pregunta.
Pues bien, para entender por qué esta discusión, señalo que existe,
en primer lugar, una cuestión de tipo político: la explicación de Marx
sobre el origen de las plusvalías extraordinarias tira por tierra varias
historias tercermundistas y nacionalistas que ponen el eje en la
explotación de “países”, y no de la clase obrera. He tratado esta
cuestión en una nota anterior (aquí).
Pero por otra parte, lo que está en debate es el contenido mismo del
concepto de valor. Para entender por qué, recuerdo que Marx sostiene que
solo en cuanto cristalización de “gasto de fuerza de trabajo humana sin
consideración a la forma en que se gastó la misma”, los productos del
trabajo son valores (El Capital, t. 1, p. 47, edición Siglo
XXI). Por eso dice que un valor de uso, o un bien, “solo tiene valor
porque en él está objetivado o materializado trabajo abstractamente
humano” (ibid.). Y precisa que la cantidad de trabajo se mide “por su duración” (p. 48).
Pero llegado a este punto se plantea la siguiente cuestión: si el
valor se mide por el tiempo de trabajo empleado, ¿habrá que concluir que
cuanto más perezoso o torpe fuera un productor, tanto más valiosa sería
una mercancía porque necesitaría más tiempo para fabricarla? Si esto
fuera así, la teoría del valor trabajo sería un verdadero disparate (y
no es casual que algunos críticos de Marx hayan intentado tergiversar su
teoría en este sentido).
Pero no es un disparate porque, como enseguida precisa Marx, el
tiempo de trabajo que emplea el productor individual es generador de
valor en tanto es tiempo de trabajo socialmente necesario. Así,
luego de señalar que el conjunto de la fuerza de trabajo de la sociedad
se compone de innumerables fuerzas de trabajo individuales, escribe:
“Cada una de esas fuerzas de trabajo individuales es la misma fuerza de
trabajo humana que las demás, en cuanto posee el carácter de fuerza de
trabajo social media y opera como tal fuerza de trabajo social media, es
decir, en cuanto, en la producción de una mercancía solo utiliza el
tiempo de trabajo promedialmente necesario, o tiempo de trabajo
socialmente necesario. El tiempo de trabajo socialmente necesario es el
requerido para producir un valor de uso cualquiera en las condiciones
normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado medio de
destreza e intensidad del trabajo” (ibid., p. 48). Y agrega que
es “solo la cantidad de trabajo socialmente necesario, pues, o el
tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un valor
de uso, lo que determina su magnitud de valor” (ibid.). O sea,
si un productor emplea más del tiempo de trabajo que el empleado en las
condiciones técnicas normales, y con el grado medio de destreza e
intensidad, ese productor, de acuerdo a la teoría del valor de Marx,
no genera por ello más valor. Remarco: a Marx no se le ocurre siquiera
la posibilidad de que todo el tiempo de trabajo del productor perezoso o
torpe (con relación al promedio), sea generador de valor.
Sin embargo, mis críticos, Sebastián Hernández Solorza, Alan Deytha
Mones y Andrés Piqueras, dicen que sí, que genera más valor. La
diferencia de enfoques es apreciable. Para verla con más claridad,
supongamos que en una rama hay 10 productores que emplean en promedio 10
horas de trabajo para producir el bien X. Esto es, los tiempos
de trabajo individuales oscilan en torno a las 10 horas (algún
productor tardará algunos minutos más, otro algunos minutos menos).
Supongamos entonces que se agrega un undécimo productor que emplea 100
horas de trabajo para producir X. Según Marx, ese productor no
genera más valor que cada uno de los otros productores. Mis críticos, en
cambio, dicen que sí genera más valor. Concretamente, dicen que genera
100 horas de nuevo valor. Valor “extra” que, según ellos, aparecerá en
las mercancías vendidas por otros productores. De ahí el cálculo de
“promedios”: las 100 horas del undécimo trabajador se promedian con las
100 horas de los restantes 10 productores. Y si el undécimo productor
hubiera empleado 500 horas, pues lo mismo se hubieran “promediado”. Esto
es, según este enfoque, cualquiera genera valor sin importar la
relación entre su tiempo de trabajo individual y el tiempo de trabajo
socialmente imperante en esa producción. Por eso toda la ciencia del
asunto se reduce a promediar, sin ton ni son, horas de trabajo. Y a este
pedante disparate Piqueras lo considera una explicación matemática (nada menos) “de la diferencia entre una fórmula meramente física y otra físico-social”.
De manera que al resultado al que llegan mis críticos es que cuanto
más tarde una persona en producir un bien, más valor genera. Repito: la
concepción de Marx es opuesta a esta. Por supuesto, se puede disentir,
pero no pasen “gato por liebre”, como reza el dicho. Según Marx, solo el tiempo de trabajo socialmente
necesario determina la magnitud del valor. Por eso las 90 (o 490) horas
de más (con respecto al promedio social) que emplea el productor de
nuestro ejemplo, no generan valor “extra”. Simplemente ocurre que en 100
(o 500) horas de trabajo ese undécimo productor genera 10 horas de
valor (tiempo de trabajo socialmente necesario, objetivado). Observemos también (ad notam
de Piqueras) que la concepción “física” del valor es precisamente la
que sostiene que el valor es una mera creación del trabajo
individualmente considerado, haciendo abstracción del carácter social
-relativo- del valor.
En definitiva, estamos discutiendo las bases mismas de la teoría del
valor de Marx. Tal vez nada exprese mejor el retroceso que ha sufrido la
teoría marxista que el hecho de que tengamos que aclarar cuestiones tan
elementales.
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