11 de noviembre de 2006

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO :: vencimos nuestro miedo.

Yamila al-Shanti
Tlaxcala

Traducido por Javier Fdez. Retenaga.

Ayer, al amanecer, la fuerza aérea israelí bombardeó y destruyó mi casa. Yo era el objetivo, pero a quien mató el ataque fue a mi cuñada, Nahla, una viuda que tenía ocho niños a su cuidado. En ese mismo ataque, la artillería israelí bombardeó un barrio residencial en la ciudad de Beit Hanun, en la franja de Gaza, dejando 19 muertos y 40 heridos, muchos de ellos mientras dormían. Una familia, los Azamnas, perdió 16 miembros en la masacre: la mayor de los que murieron, Fátima, tenía 70 años; la más joven, Dima, uno; siete eran niños. La cifra de muertos en Beit Hanun ha superado los 90 en una semana.

Esta es la décima incursión de Israel en Beit Hanun desde que anunciaron su retirada de Gaza. La ciudad se ha convertido en una zona militar cerrada, castigando así colectivamente a sus 28.000 habitantes. La ciudad ha estado rodeada por tanques y tropas israelíes y ha sido bombardeada durante días. Cortaron el suministro de agua y electricidad, y mientras la cifra de muertos seguía aumentando se impedía la entrada de las ambulancias. Los soldados israelíes irrumpían en las casas, encerraban a las familias y los tiradores se instalaban en los tejados disparando a todo lo que se moviera. Todavía no sabemos qué ha sucedido con nuestros hijos, maridos y hermanos desde que el jueves pasado se llevaron a todos los hombres mayores de 15 años. Les obligaron a quedarse en ropa interior, los esposaron y se los llevaron.

No es fácil para una madre, hermana o esposa ver cómo los que amas desaparecen ante tus ojos.

Quizás eso fue lo que el pasado viernes nos ayudó, a mí y a tras 1.500 mujeres, a vencer el miedo y desafiar el toque de queda israelí, para tratar de liberar a alguno de nuestros jóvenes que estaban sitiados en una mezquita defendiéndonos a nosotras y a nuestra ciudad de la maquinaria militar israelí.

Nos enfrentamos desarmadas al ejército más poderoso de la región. Los soldados estaban provistos del armamento más moderno y nosotras no teníamos nada, excepto las unas a las otras y nuestro anhelo de libertad. Cuando atravesamos la primera barrera cobramos más confianza y más determinación para romper el sofocante asedio. Los soldados de las, así llamadas, fuerzas de defensa israelíes, no dudaron en abrir fuego contra mujeres desarmadas. La imagen de mis íntimas amigas Ibtissam Yusuf abu Nada y Rayaa Ouda, bañadas en sangre y exhalando su último aliento, permanecerá conmigo para siempre.

Más tarde, un avión israelí bombardeó un autobús que llevaba a unos niños a la guardería. Murieron dos niños y el profesor que los acompañaba. En la última semana han muerto 30 niños. Cuando voy al atestado hospital es profundamente conmovedor ver el gran número de pequeños cuerpos con cicatrices y miembros amputados. A la hora de dormir abrazamos fuertemente a nuestros hijos, esperando en vano poder protegerlos de los tanques y aviones israelíes.

Pero, como si esta ocupación y castigo colectivo no fueran suficientes, los palestinos nos encontramos con que somos el objetivo de un asedio sistemático impuesto por el llamado mundo libre. Se nos hacen pasar privaciones y se nos asfixia como castigo por atrevernos a ejercer nuestro derecho democrático a elegir quién nos gobierna y representa. Nada socava tanto las alegaciones occidentales de defender la libertad y la democracia como lo que está sucediendo en Palestina. Poco después de anunciar su propósito de democratizar Oriente Medio, el presidente Bush hizo todo lo que estuvo en su mano para ahogar nuestra naciente democracia arrestando a nuestros ministros y diputados. Todavía tengo que oír la condena occidental, yo, una diputada electa que ha visto su casa demolida y a sus parientes asesinados por las bombas israelíes. Cuando destrozaron los cuerpos de mis amigas y compañeras, los que en el Capitolio y en el 10 de Downing Street dicen defender los derechos de las mujeres no pronunciaron una sola palabra.

¿Por qué los palestinos tenemos que aceptar el robo de nuestra tierra, la limpeza étnica de nuestro pueblo, encarcelado en campos de refugiados, abandonado a su suerte, y la privación de los más elementales derechos humanos, sin protestar ni resistir?

La lección que el mundo debería aprender de lo sucedido la semana pasada en Beit Hanun es que los palestinos nunca abandonaremos nuestro país, nuestros pueblos y ciudades. No renunciaremos a nuestros derechos legítimos por un trozo de pan o un puñado de arroz. Las mujeres palestinas resistiremos esta monstruosa ocupación que nos han impuesto a punta de pistola, resistiremos el asedio y el hambre. Nuestros derechos y los de las generaciones futuras no son negociables.

Quien quiera la paz en Palestina y en la región debe dirigirse con sus palabras y sanciones al ocupante, no al ocupado, al agresor, no a la víctima. Lo cierto es que la solución está en manos de Israel, su ejército y sus aliados, no de las mujeres y niños palestinos.



Yamila al-Shanti es miembro electo del Consejo Legislativo palestino, por Hamas. Lideró una protesta de mujeres contra el asedio de Beit Hanun el pasado viernes.

Fuente:
The Guardian.

Traducido del inglés al español por Javier Fdez. Retenaga, miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística (www.tlaxcala.es). Esta traducción es copyleft para uso no comercial: se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a los traductores y la fuente.

No hay comentarios.:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...