A continuación, privándonos de algunos fragmentos que hacen mención específica del movimiento de lucha contra el fraude electoral, reproducimos algunas partes que consideramos útiles para el trabajo próximos de la Otra Campaña. De todos modos, para quienes quieran leer el texto completo lo pueden encontrar cliqueando [aquí].
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Reflexiones sobre la desobediencia civil y los acontecimientos actuales en México
Exaltar el imperio de la ley como un absoluto es la marca del totalitarismo y una atmósfera totalitaria se puede generar incluso en una sociedad que conserva los atributos de la democracia. Apelar al derecho de los ciudadanos a desobedecer leyes injustas y el deber de desobedecer leyes peligrosas es la esencia misma de la democracia.
Howard Zinn
En todas partes, los ciudadanos se dejan engañar por políticos corruptos, encuestadoras tramposas y medios de comunicación vendidos. La creencia en la omnipotencia y omnisciencia de las instituciones oficiales siempre fue el fundamento de la dominación, como bien sugirió Etienne de la Boétie hace casi quinientos años1.
Hoy, este mecanismo se encuentra implementado por el uso masivo de la desinformación. Descubrimiento de los regimenes totalitarios, la desinformación es mucho más que el engaño: es el uso alterno de la verdad y de la mentira al servicio de la sociedad dominante2.
Acontecimientos recientes en México y en el mundo comprueban, sin embargo, que el mecanismo puede fallar. Cuando, por ejemplo, los dueños del poder se vuelven demasiado voraces perjudican sus propios intereses y provocan reacciones imprevistas.
También sucede que las clases subordinadas se cuestionan a sí mismas y, de repente, se muestran dispuestas a emprender una actividad política autónoma. De un día para otro, quienes suelen obedecer con agrado y devoción ya no creen en las instituciones establecidas y perciben no sólo la nocividad de los poderosos, sino también la insensatez de someterse.
El fenómeno es universal. Puede variar el grado de corrupción del poder, el temperamento más o menos dócil del pueblo, su historia, ubicación geográfica y capacidad de comunicación, pero, tarde o temprano, llega el momento en que los seres humanos dejan de obedecer. Todo lo que antes se consideraba normal se vuelve entonces absurdo, lo imposible posible y lo deseable indeseable.
Inversión de perspectiva
Frente a una asombrosa multiplicación de conflictos sociales, la pregunta es: ¿ha llegado ese momento en México? Aunque la percepción es que vivimos un parte agua, ahora mismo nadie tiene respuestas certeras. Un sobresalto de dignidad sacude al país y la fecundidad de lo imprevisto rebasa, con mucho, la capacidad de análisis de los expertos.
En Oaxaca, desde hace meses, existe un abierto enfrentamiento entre dos poderes, el de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) -integrada por maestros disidentes, trabajadores de la ciudad y el campo, y organizaciones democráticas- y el oficial. Originada en la capital del estado, la rebelión se ha extendido a decenas de comunidades indígenas de la sierra y del istmo. Además de transparencia y rendición de cuentas, los insurgentes oaxaqueños exigen autonomía y democracia participativa3.
En el Distrito Federal, millones de personas se han volcado a las calles en repudio al fraude electoral. La soberbia del gobierno, la codicia de los empresarios, la descarada actuación de los medios de comunicación, los abusos del IFE y la corrupción de la magistratura -¿quién cree en los jueces después del vergonzoso fallo a favor de la usurpación?-, desembocaron en la crisis más profunda que sufre el país desde 1994. Una crisis que no es únicamente política, sino también social e institucional. Sin que nadie lo previera, el proceso electoral se convirtió en el detonador de un movimiento social de naturaleza masiva que lo mismo puede resultar efímero que consolidarse y cambiar la naturaleza de la política mexicana en los próximos años4.
En esta situación muy compleja, los viejos marcos teóricos no aplican. Resulta obsoleta, por ejemplo, la disyuntiva entre reforma y revolución. El movimiento de resistencia civil pacífica no se expresa en una ideología, sino en una actitud colectiva de rechazo ante las injusticias sufridas. Al mismo tiempo, si crece, puede cuajar en un poderoso impulso para lograr una transformación radical de la sociedad5.
Las paradojas están a la vista. Una izquierda desacreditada y acostumbrada a todos los compromisos -hasta los más vergonzosos- se encuentra a la cabeza de un poderoso movimiento social que puede convertirse en la vía maestra para la recomposición de la lucha anticapitalista en México. Personajes siniestros que impulsaron la contrainsurgencia en Chiapas, votaron la contrarreforma a la ley indígena y, más recientemente, la obscena ley Televisa, ahora promueven la Convención Nacional Democrática (celebrada el 16 de septiembre de 2006), iniciativa que retoma el proyecto neozapatista de 1994 y muchas de las actuales propuestas de la Otra Campaña (por ejemplo, la de hacer una nueva Constitución).
Por otro lado, los zapatistas que -con mucha razón- buscan nuevas formas de hacer política muestran un incomprensible desdén por los andares de la "señora sociedad civil". Tiene razón Edgar Sánchez cuando señala que no basta con decir que el fraude es inmoral, pero no participar en la lucha contra la usurpación. 6 Criticar -acertadamente- a la democracia representativa no implica aceptar que sea remplazada por una nueva forma del Estado autoritario.
Lo cierto es que las dos campañas, la oficial y la Otra, quedaron atrás. A partir del 5 de septiembre, día en que Felipe Calderón fue tramposamente proclamado presidente electo, este ya no es un conflicto poselectoral. Se perfila un enfrentamiento de gran envergadura entre una izquierda social amplia -que de ninguna manera se reduce al PRD- y una derecha depredadora, aliada con el gran capital, los poderes mediáticos y los sectores más reaccionarios de la iglesia.
Producto de las sedimentaciones, los agravios y las enseñanzas de los años pasados, el movimiento que surgió no es propiedad privada de nadie. En la medida en que desconoce el poder oficial y plantea la necesidad de renovar y transformar las instituciones existentes, el programa en cinco puntos presentado por Andrés Manuel López Obrador merece ser sostenido7.
Es urgente encontrar mecanismos que favorezcan la incorporación de los compañeros de la Otra Campaña y del EZLN. No hay razones de peso para que no se sumen a la lucha: los agravios de que fueron objeto son reales, pero no son responsabilidad de los que -también "abajo y a la izquierda"- compartimos gran parte o la totalidad de los anhelos zapatistas. Radicalizar la agenda del movimiento, depende de la creatividad de quienes defendemos una opción no partidaria.
Como los zapatistas, muchos percibimos la urgencia de cambiar la actual forma de gobierno, sostenida en la violencia, la manipulación y el cálculo. Como los zapatistas, muchos luchamos por una sociedad en donde las divergencias entre individuos y grupos se resuelvan de una manera tal que no desemboquen en la destrucción mutua, sino en la mutua regeneración. Como los zapatistas, muchos queremos un mundo libre de la tiranía de la ganancia que abra paso a los deseos y pasiones de los individuos y de las colectividades. Esto implica echar los cimientos de una organización radicalmente nueva y plural que nos permita retomar el control sobre nuestras vidas y emprender el camino hacia la autogestión generalizada8.
[...]
Muchas desobediencias
La desobediencia civil (DC) -individual o de masa- tiene una historia larga y compleja que en las últimas semanas ha sido tergiversada por críticos en mala fe. Puesto que es nuestro recurso principal, es útil retomar algunos de sus hitos.
La DC es una práctica que busca debilitar el poder ridiculizándolo. A mediados del siglo XIX, David Henri Thoreau se preguntó qué hacer antes leyes injustas: "¿Nos esforzaremos en enmendarlas, obedeciéndolas mientras tanto? ¿O las transgredimos de una vez?" Y contestó: "Si la injusticia requiere de tu colaboración, rompe la ley".
Desobediencia Civil es el nombre de su famoso ensayo, mismo que, en un primer momento, lo había titulado Resistencia al gobierno civil14. Contrario a la opinión común, los dos conceptos son sinónimos y remiten a una acción pacífica, pero (casi siempre) ilegal. De hecho, muchos de los que la practican acaban en la cárcel, el lugar que, según Thoreau, le corresponde al hombre justo cuando reina la injusticia. Él mismo fue encarcelado por oponerse a pagar impuestos destinados a financiar la invasión de México por parte de Estados Unidos.
No es por demás recordarlo, pues hoy las trompetas de la propaganda oficial vibran al son de la resistencia civil… ¡siempre y cuando sea compatible con la ley!15 Es obvio, en cambio, que recurre a comportamientos de ruptura con el orden legal. Esto lo admite, incluso, un filósofo moderado como Norberto Bobbio, quien añade: "toda la historia del pensamiento político está escrita ya sea del punto de vista de los que enfatizan el deber de obedecer o de quienes reivindican el derecho a la resistencia (o a la revolución)"16.
El problema de la legitimidad, de cómo se conserva el poder, cómo se pierde y cómo se conquista se encuentra en el fundamento de todas las teorías políticas. Desde los tiempos de Aristóteles, la lucha contra la tiranía es legítima por definición, aunque pueda ser considerada ilegal. Los latinos plantearon, incluso, la idea de que la aplicación de la ley al pie de la letra puede convertirse en la mayor forma de injusticia17.
La antigua dicotomía entre obediencia y resistencia, entre poder constituido y poder constituyente se refleja en muchas constituciones modernas y, particularmente, en la mexicana que, en su artículo 39, consigna que "el pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno". En la práctica, sin embargo, ningún gobierno -y menos el actual- estaría dispuesto a reconocer la legalidad de ese derecho, mismo que tiene vigencia sólo a partir de un movimiento social victorioso. Cuando no son celebrados como próceres, quienes se atreven a la insubordinación suelen ser encarcelados por traición a la patria.
Otro gran teórico de la DC fue León Tolstoi. Se ha visto en el autor de Guerra y Paz un sostenedor de la resignación y de la sumisión al mal, que habría de soportarse con paciencia llamada cristiana. Aunque arropado en un lenguaje místico, su objetivo era exactamente lo contrario: la insubordinación y la resistencia al Estado18. Tolstoi fue un pionero del antimilitarismo y le debemos, además, haber insistido en dos verdades básicas. Una es la comprensión de la fuerza de la resistencia como opción individual y conciente. La otra es el reconocimiento de que el bien, la bondad y la solidaridad están en nosotros mismos y pueden ser despertados.
Correspondió a Gandhi llevar a la práctica las doctrinas del maestro ruso, primero en la lucha contra el Apartheid en Sudáfrica y después en la lucha por la independencia de India. Iniciador de las grandes manifestaciones de masa, el Mahatma nombró su versión de la DC, satyagraha o "fuerza de la verdad", porque consideraba insuficiente la idea de "resistencia pasiva", entonces en boga.
Para Gandhi, la no-violenca (ahimsa) es, fundamentalmente, un principio activo. Es, además, una excelente "arma de destrucción masiva" para acabar con la injusticia y construir un poder que no solamente neutraliza la violencia, sino que apunta al autogobierno (swaraj), es decir, a la liberación individual y colectiva19.
Mucho tiempo después, el reverendo Martin Luther King sería para Estados Unidos lo que Gandhi fue para India. Al cabo de una larga lucha fundamentada en las enseñanzas del Mahatma, en 1965, el movimiento por los derechos civiles logró imponer la igualdad de derechos para todos los estadounidenses, sin importar la raza.
Como Tolstoi y Gandhi, Martin Luther King estaba imbuido de un pensamiento religioso que debemos respetar, pero no necesariamente compartir. Recordarlo no es ocioso ya que una de las críticas más comunes al movimiento es su pretendida traición al "espíritu gandhiano".
Desde las columnas de la revista Proceso, Javier Sicilia arremete persistentemente contra el plantón del Centro Histórico, alegando que estaríamos quemando etapas al montar "la desobediencia (la obstrucción de calles) dentro de la etapa de la resistencia civil (la marcha y el plantón)20. No encontré en las obras de Gandhi esa distinción entre desobediencia y resistencia21 y aun si existiera, la DC -hay que reiterarlo- no es una religión ni una ideología, sino una expresión flexible y creativa que contempla modalidades infinitas.
Thoreau predicaba la no-violenca, pero esto no le impidió solidarizarse con John Brown, quien enfrentó a los esclavistas con las armas en la mano22. El propio Gandhi -quien, a diferencia de sus discípulos, era más bien un pragmático- afirmó que es preferible ser violentos a ser cobardes y colaboró con los británicos en el aplastamiento de las rebeliones de los bóers (y también de los zulúes, lo cual es menos encomiable).
Sin menoscabo de la admiración que nos merecen las ideas de Tolstoi, Gandhi y Martin Luther King, existe una tradición igualmente rica, pero laica y libertaria, que arranca con las primeras experiencias del movimiento obrero, pasa por las luchas pacifistas de los años sesenta, setenta y ochenta para llegar al actual movimiento contra la globalización neoliberal.
Mientras Gandhi afinaba los principios de la satyagraha, los anarcosindicalistas franceses desarrollaban la acción directa no violenta, el Sinn Fein irlandés inventaba el boicot y en Estados Unidos, el Industrial Workers of the World (IWW, sindicato libertario del que fue miembro también Ricardo Flores Magón) adoptaba técnicas de protesta, también pacíficas, que sacudieron a la sociedad estadounidense. Recordamos, en particular, las manifestaciones contra la Primera Guerra Mundial, los "sit-in" y los "soap box speeches". Estos últimos eran formas de protesta en donde, ante la negativa de las autoridades de permitir una manifestación, los activistas se subían a una caja de jabón en la calle arengando a los pasantes.
Instrucciones para el uso
La desobediencia civil se construye a partir de situaciones concretas y se legitima sola. Ante la injusticia, es difícil permanecer insensibles: no nos hace falta buscar justificaciones en el gandhismo, el socialismo, el anarquismo, el zapatismo o en cualquier otro "ismo".
Según el Colectivo Antimilitarista de Zaragoza, la DC plantea un conflicto fundamental: legitimidad frente a legalidad. La legitimidad de la acción política participativa radicalmente democrática se contrapone a la injusticia muchas veces encubierta de legalidad. Es una herramienta política precisamente por su carácter público (trasciende lo privado y tiene significación social) y pedagógico (se trata de expresarse colectivamente mediante actos ejemplarizantes, que motivan, que enseñan, que provocan). A diferencia de otros modos de hacer política, la DC no busca, imponerse sobre el conjunto de la sociedad, sino que lanza una interpelación y busca el diálogo23.
Aun así las dificultades son muchas. El arte de generar una comunidad de acción, de movilizar en nosotros y fuera de nosotros nuevos recursos portadores de vida y no de muerte requiere mucha finura y una buena dosis de sentido práctico.
Toda lucha social requiere, además, una reflexión permanente sobre la relación entre los medios y los fines. El asunto no es escoger entre violencia y no-violenca ni averiguar cuánto valor tenemos a la hora de enfrentarnos a la represión, sino hacer lo necesario para acabar con la injusticia al menor costo posible, es decir, garantizando la seguridad de todos.
Entendemos -sin compartirlas- las razones de quienes, ante la cerrazón de los poderosos, optan por la lucha armada, como lo hizo el EZLN en su momento y hoy lo siguen haciendo las muchas organizaciones político-militares que operan en el país. Nosotros preferimos la DC porque nos permite armonizar los medios y los fines.
La tarea de ampliar el movimiento se nos presenta de muchas maneras. Las manifestaciones multitudinarias, las asambleas plenarias, los discursos elocuentes son momentos necesarios porque nos permiten comprobar nuestra fuerza y nuestra capacidad de actuar juntos. Las transformaciones profundas, sin embargo, no se forjan en esos espacios, sino en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana.
Una vía es impulsar la creación de comités de resistencia civil, independientes de los partidos y federados entre sí. De preferencia pequeños (5-15 personas), esos comités se organizan con base territorial (barrios, colonias, pueblos, estados) y/o gremial (fábricas, talleres, escuelas) articulando, poco a poco, redes de colaboración solidaria en donde no hay separación entre dirigentes y ejecutantes.
La antigua experiencia libertaria de los grupos de afinidad, integrados por individuos concientes y responsables nos ofrece una valiosa inspiración: la individualidad es la manifestación unitaria, particular y específica de una comunidad libre. A diferencia del militante político tradicional -un sujeto a menudo pasivo y enajenado- la persona que integra un grupo de afinidad tiene la certeza, verificada constantemente, que entre su participación y su abstención sí hay una diferencia.
Estructurados así, los comités de resistencia civil podrán llevar a cabo una variedad de funciones conforme a las capacidades de sus integrantes. Esas incluyen un portavoz ante los medios de comunicación, un catalizador de decisiones rápidas, alguien formado en primeros auxilios, otro que asista a asambleas mayores, una personas entendida en asuntos jurídicos, una de apoyo en los arrestos, etcétera24.
Los comités buscarán coordinarse con gobiernos locales, partidos políticos y organizaciones sociales no hostiles, consiguiendo recursos económicos y proporcionando ayuda a las regiones dominadas por la reacción. Empezarán, acto seguido, una gran campaña para cercar los poderes oficiales que subirá o bajará, según las necesidades. Organizarán boicoteos contra los empresarios delincuentes, caravanas, cacerolazos, acciones simbólicas, cortes de carretera y todo lo que la imaginación colectiva proponga.
Un paso decisivo será la creación de radios y televisiones libres, así como de agencias de noticias ciudadanas para romper el monopolio informativo25. Puesto que difundir la "verdad" no es suficiente, habrá que atacar los modos de comunicación dominante no para destruirlos, sino para subvertirlos. Se impulsarán, además, jornadas o semanas de luchas temáticas: contra la corrupción, la pornografía infantil, la privatización de la vida pública, la nocividad del capitalismo, el saqueo de los recursos naturales, el agotamiento del agua, la comida chatarra, etcétera.
La campaña desembocará en un gran paro cívico nacional organizado en colaboración con los sindicatos independientes para lograr nuestro objetivo mínimo: impedir la toma de posesión del usurpador.
1 Etienne de la Boétie, Sobre la servidumbre voluntaria (http://www.sindominio.net/ oxigeno/archivo/servidumbre.htm).
2 Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, Anagrama, Barcelona, 1999, tesis No. XVI.
3 Gustavo Esteva, "Oaxaca: anticipo y amenaza", "Cuando el poder se desvanece",en La Jornada, 31 de agosto y 11 de septiembre de 2006, México; Francisco López Bárcenas, "La rebelión de las comunidades", en La Jornada, 9 de septiembre de 2006, México.
4 Lorenzo Meyer, "Los ríos subterráneos", en Reforma, 17 de agosto de 2006, México.
5 Luís Villoro, "Resistencia", en La Jornada, 5 de agosto de 2006, México.
6 Discurso pronunciado el 21 de agosto de 2006, en el plantón del Centro Histórico.
7 Véase el texto completo en (http://www.amlo.org.mx/noticias/discursos.html=55180).
8 Las reflexiones más profundas sobre el alcance de un movimiento autogestivo siguen siendo las de Raoul Vaneigem, De la huelga salvaje a la autogestión generalizada (1974) (http://www.sindominio.net/ash/salvaje1.htm). Del mismo autor véase también: Modestes propositions aux grévistes. Pour en finir avec ceux qui nous empêchent de vivre en escroquant le bien public, Éditions Verticales, París, 2004.
9 Paco Ignacio Taibo II, "La otra y nueva guerra de Reforma", en La Jornada, 13 de agosto de 2006, México.
10 Sobre la relación entre democracia y autonomía individual y colectiva, véase: Cornelius Castoriadis, Una sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997), Katz Editores, Buenos Aires, 2006.
11 Guillermo Almeyra, "La transición de las revoluciones políticas a las sociales", serie de cuatro artículos,en La Jornada, 20-27 de agosto y 3-11 de septiembre de 2006, México.
12 G. Esteva, o. c.
13 Pablo González Casanova, "Esta no es democracia", en La Jornada, 12 de julio de 2006, México.
14 David Henry Thoreau, Desobediencia Civil, en (http://www.sc.ehu.es/ sfwpbiog/acdr/Thoreau/resistencia.htm).
15 Véase, al respecto, los artículos de Isabel Turrent y Mario Melgar Adalid, en Reforma, 20 de agosto de 2006, México; y las atinadas críticas de Mauricio Schoijet, "De la historia y significado de la desobediencia civil", en La Jornada, 3 de septiembre de 2006, México.
16 Norberto Bobbio, Teoria general de la política, Biblioteca Einaudi, Turín, 1999, p. 199.
17 Gustavo Iruegas, "Summum ius, summa iniuria",en La Jornada, 11 de agosto de 2006, México.
18 León Tolstoi, Cristianismo y anarquismo (http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual /politica/cristianismo_anarquismo/cristianismo_y_anarquismo.html); véase también: "El poder, la insumisión" (http://www.nodo50.org/moc-carabanchel/documentos /tolstoi_insumision.htm).
19 M. Gandhi, Aquí y ahora, Editorial Hastinapura, México, 1982, p. 78.
20 Javier Sicilia, "Las contradicciones de la resistencia civil",en Proceso, No. 1552, 30 de julio de 2006, México; y "La resistencia civil extraviada", Proceso, No. 1553, 6 de agosto de 2006, México.
21 En sus dos obras principales sobre el tema -su autobiografía y la historia de la satyagraha en Sudáfrica- Gandhi ni siquiera emplea el término "resistencia civil".
22 Henry David Thoreau, "Los últimos días de John Brown" (http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/politica/desobediencia.html).
23 Véase Manual para una revolución noviolenta [aquí].
24 Ibid.
25 Véase la propuesta de crear un "Observatorio Audiovisual Ciudadano" presentada a la CND por los documentalistas independientes: Cristian Calónico, Luisa Riley, Margarita Suzán, José Manuel Pintado, Gloria Ribé y Aline Menassé.
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