13 de enero de 2007

ADIÓS

El maestro Ramón Cotarelo, hasta hace algunos día colaborador de la revista digital inSurGente, escribió la siguiente carta-artículo a modo de despedida por los motivos que a continuación se cuentan. Sirva de ejemplo doble: dignidad, por parte de él; tristeza, de parte de quienes nos llamamos de izquierdas. Esperamos que marque en este mismo esfuerzo un modo ético de conducirnos propio de ese mundo nuevo y mejor que soñamos construir.


Fraternalmente: La Otra Chilanga.

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Adiós

por Ramón Cotarelo*

Hace algo más de tres meses, Iñaki Errazkin me invitó generosamente a colaborar en el inSurGente, periódico digital de mi predilección. Le dije que, siendo un socialdemócrata de izquierdas, quizá no encajara del todo en el espíritu de la publicación. Me aseguró que ésta era respetuosa con la pluralidad de la izquierda. Lo creí. Para mí esto de la pluralidad de la izquierda es un concepto esencial y el único que puede abrir el camino a una renovación de la hegemonía de la izquierda en nuestro tiempo. Así que me puse a la tarea con bastante ilusión.

Lo que sucedió después es de conocimiento de todos los lectores del periódico. Tuve una recepción mixta, desde gente que me daba la bienvenida hasta otra que recriminaba a los editores de la publicación que metieran al enemigo en casa. Pluralidad de la izquierda, sin duda.

En alguna ocasión, una contribución mía suscitó una intensa polémica en la que hubo de todo pero fundamentalmente cuatro órdenes distintos del debate: en primer lugar hubo algún intercambio de genuino interés teórico y en términos moderados, que seguí según mi leal saber y entender, y que pienso fue fructífero.

En segundo lugar, hubo algún intercambio también teórico en términos más encendidos. Nada que deba molestar a alguien que lleva años, decenios, escribiendo y publicando libros y trabajos diversos sobre la izquierda. Los debates políticos muchas veces son intensos y apasionados, y es bueno que sigan siendo así. Las ideas, las convicciones políticas no son caprichos de la moda que uno sigue o deja de seguir según sopla el viento; al contrario, suelen estar muy arraigadas, a veces casi tanto como las profesiones religiosas, y se defienden con similar apasionamiento. Lo que no obsta para que haya quienes las cambian como se cambia de camisa o de chaqueta. Precisamente casos de esos hay algunos en nuestro país.

En tercer lugar hubo algunos intercambios más centrados en los argumentos ad hominem y aquí ya empezaba a descender el interés del debate. En principio porque las argumentaciones ad hominem carecen de altura y, luego, porque si, además, se formulan desde el anonimato, no sólo no tienen altura sino que son bastante detestables. Pero tampoco eso me resultaba extraño. Por razones biográficas estoy acostumbrado a enfrentarme con gente que no se interesa por el debate de las ideas sino que, pensando estar en posesión de la verdad, se limita a buscar explicaciones no sobre las ideas ajenas, sino sobre las razones (generalmente inconfesables, claro, faltaría más) por las que los otros las sostienen.

En cuarto lugar, se abrió la veda de los insultos personales. Esos insultos han seguido produciéndose, de forma que raro era el artículo mío en que algún/a lectorx no considerara conveniente decirme alguna grosería, ya sobre mi condición moral, ya sobre mi apariencia física, amparadx, eso sí, en el socorrido anonimato. En mi opinión, recurrir a los insultos personales degrada el debate a la altura intelectual de los insultadores. Si los insultos son, además, anónimos, a la degradación intelectual añaden la cobardía moral.

Frente a los insultos hay muchas actitudes. Respeto las de todo el mundo. La mía es que no participo en un lugar en el que se insulta. No digo solamente a mi persona, sino a cualquiera. No insulto jamás y no estoy dispuesto a soportar insultos de nadie a nadie… con un matiz que, además pondrá este asunto en los términos que me interesan. Veamos: no me extrañan, y hasta los espero, los insultos de la derecha. Según mi experiencia, es lo que los de derechas hacen de modo sistemático. Cuando estaba en la radio, recibía de vez en cuando anónimos con injurias de gentes de derechas. Era lo suyo. Lo que me hubiera alarmado es que las derechas no me insultaran. Querría decir que estaba haciendo algo mal.

Pero aquí se trata de gentes de izquierdas que, amparadas en el anonimato, insultan. Esto sí que es nuevo para mí. Los que insultan, los que me ordenan que me calle (siempre anónimxs) dan la verdadera medida de su idea de la pluralidad de la izquierda. Porque no seré yo quien se adhiera al fácil recurso de tratar de apropiarme la idea de la izquierda y de acusar a quien(es) no coincida(n) conmigo de no ser de izquierdas. Ese juego de decidir ex nomine Dei se lo dejo a lxs insultadorxs y sectarixs de cualquier escolanía. Y que no cuenten conmigo ni siquiera para refutarlxs. Digo esto porque ya estoy oyendo las protestas de gentes bien intencionadas en el sentido de que las izquierdas no insultamos (al menos, no nos insultamos entre nosotrxs) y que quien insulte no es de izquierdas. Eso no es verdad. Hay gente de izquierdas que insulta, igual que hay personas de izquierdas que maltratan a sus parejas, son machistas y hasta nazis. Sin ir más lejos, uno de los sujetxs que me insultó vino a llamarme “mongólico”. He ahí un/a izquierdista nazi, un/a indeseable que igual puede llamarte “judío” o “negro” o “gitano” o “marica” con ánimo insultador. Y de esxs hay muchxs.

Iñaki Errazkin –a quien quedo muy agradecido por la invitación a participar en el periódico y cuya amistad espero conservar- cree que los comentarios deben seguir siendo como son: libres, con la posibilidad de insultar anónimamente. Esa posibilidad me parecería muy bien siempre que no se pusiera en práctica porque nos permitiría mostrar que las izquierdas somos diferentes. Pero no es verdad. A la vista está que no es verdad. Las gentes de izquierdas insultan y avasallan igual que las de derechas. Y, al hacerlo, coartan la libertad de los demás, de quienes no insultan. A lo mejor en el inSurGente no sucede; sería el único lugar en que no pase porque lo habitual es que, donde existe la posibilidad de que arremetan contra unx, de que lx insulten, mucha gente se retrae y no dice lo que piensa, con lo cual, la libertad de insultos se convierte en una falta de libertad de quienes no insultan. No sé si Iñaki se hace cargo de eso, pero el fenómeno está estudiado y hasta goza de un enunciado científico, la famosa espiral del silencio, formulada por Noëlle-Naumann para situaciones similares. Pues muy bien, que siga esa libertad que para mí no es tal, sino coacción. Que sigan los insultos.

Pero no a mí, ni a otrxs en mi presencia, porque no me da la gana, que es el único razonamiento que un/a insultador/a puede entender.

La consecuencia, obviamente, es que causo baja a partir de este momento como colaborador del periódico. Cuando le comuniqué mi decisión a Iñaki, me pidió que la explicara en un artículo.

Explicada queda.

Salud.

*Ramón Cotarelo es escritor y catedrático de Ciencia Política en la UNED.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El jurista Don Leopoldo Torres Boursault.....¿También criticado por cierta izquierda?

Anónimo dijo...

¿Iñaki Errazkin al que cita es el mismo Iñaki Errazkin alcalde de ANV de Azpeitial localidad donde hace unos días ETA asesinó al empresario vasco Ignacio Uría? Vaya "amistades" tiene usted, Sr. Cotarelo. Espero que lo que he dicho no lo interprete usted como un insulto, sino más bien como un comentario que -según su criterio moral y ético- debería servirle para sentirle un poquito poquito poquito de vergüenza de codearse con unos sujetos de tal catadura moral. Por otra parte, Sr. Cotarelo, déjeme que le diga que para saber que en las izquierdas y en las derechas hay gente respetuosa e irrespetuosa no hace falta ser profesor de la UNED. Eso lo sabe el pastor de mi pueblo si citara ese refrán de "en todas partes cuecen habas". Y por último, después de leer su artículo debo decir que me parece muy pobre el nivel intelectual de este país, puesto que si alguien con su puesto y sus estudios había dado por sentado que toda la gente de derechas es irrespetuosa per se (latinajo como "ad hominem" por latinajo), me produce usted una tristeza y una compasión que raya con la ternura, al igual que una indignación porque usted tenga "amigos" entre quienes apoyan a ETA y encima trabaje para la UNED, una universidad pública española, eso sí, a distancia. Para que los alumnos no se quejen si usted les suspende. Enhorabuena, Sr. Cotarelo, por nadar y guardar la ropa de una manera tan hábil. Firmado: un "tonto de los cojones" que espera no haberle insultado, sino simplemente haberle dicho las verdades que merece oír.

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