(Arriba: Autorretrato de Zoran Music. Abajo: Pinturas, dibujos y grabados sobre los campos de concentraciòn, todos con el nombre de NOSOTROS NO SOMOS LOS ÚLTIMOS)
El pintor esloveno Zoran Music (Gorizia, 1909-Venecia, 2005) tenía un talento nato para la pintura lírica y evanescente, pero en 1944, acusado de participar en la resistencia antinazi, fue arrestado por la GESTAPO, y luego torturado y llevado al campo de concentración y exterminio de Dachau.
Allí, robando de donde podía tintas y papeles sucios, realizó clandestinamente, en una lucha por la sobrevivencia del arte y de la memoria, unos 180 dibujos de lo que veía a diario: a sus compañeros convirtiéndose primero en esqueletos andantes por el hambre y las torturas, luego muriendo en hornos crematorios, en el pabellón de tifus (a donde los nazis no entraban por miedo al contagio) o ahorcados, y por último, ya vueltos cadáveres, amontonados en pilas como basura o troceados como reses.
De milagro sobrevivió, y esos dibujos sirvieron de bocetos a la serie de pinturas y grabados que, con el obsesivo título de Nosotros no somos los últimos, son un testimonio de los horrores a los que pueden enfrentarse los seres vivos. “No trato de hacer una declaración pomposa cuando pinto cadáveres. No se trata de una protesta. Es algo que sucedió”, dijo, con la típica vergüenza del sobreviviente.
Estos cuadros parecen la versión en imágenes de los libros Si esto es un hombre y La tregua, que escribió otro invitado forzado a los campos de exterminio nazi, Primo Levi (1919-1987), también acosado por ese mal que los psicólogos llaman “Síndrome del sobreviviente”; y que, harto de soñar todas las noches que despertaba en Auswitchz y que nunca saldría de ahí, decidió acabar con su vida lanzándose al atrayente y oscuro centro de la escalera en espiral de un edificio.
Por su valor artístico, la obra de Music va más allá de la crónica de un sólo hecho histórico: Sus retratados son las víctimas de Dachau, pero también son las víctimas de cualquier represión. Pocas cosas hay más parecidas entre si que un cuerpo asesinado a otro (Cuan similares son algunas de estas imágenes a ciertas fotos de palestinos o de indígenas peruanos asesinados por gobiernos genocidas).
Por su valor artístico, la obra de Music va más allá de la crónica de un sólo hecho histórico: Sus retratados son las víctimas de Dachau, pero también son las víctimas de cualquier represión. Pocas cosas hay más parecidas entre si que un cuerpo asesinado a otro (Cuan similares son algunas de estas imágenes a ciertas fotos de palestinos o de indígenas peruanos asesinados por gobiernos genocidas).
Admirador desde niño de Egon Schiele y Gustav Klimt, la obra de Music tiene claras influencias del simbolismo. También del Greco y de Goya, a quienes copió con fervor casi religioso en El Museo del Prado y en Toledo. Pero no es cierto, como se ha dicho a veces, que haya estado al margen de las corrientes de su época. Su obra maestra, la serie Nosotros no somos los últimos, influida por los grandes artistas alemanes Kathe Kollwitz, Otto Dix y George Grosz, es sin duda expresionista, y tiene varias similitudes con las de otros expresionistas interesados en dar su testimonio de la historia y de la condición humana, como José Clemente Orozco.
En los 70’s pintó en la Toscana y en Venecia brumosos paisajes donde las ciudades parecen tan frágiles y momentáneas como la niebla.Sus últimas series, con cuerpos desnudos que representan la soledad y la meditación, son a menudo autorretratos. Todos los días siguió representando la visión del propio deterioro, de la deriva de un ser humano hacia la muerte. Estás obras lo emparentan con aquellos que también practicaron el autorretrato con obsesión y crudeza, como Rembrath, Van Goh, Frida Kahlo, Kathe Kollwitz y Cindy Sherman.
Alguna vez Zoran Music dijo: "Toda mi pintura ha girado en torno a un sólo tema: el paisaje desértico que es la vida."
EL BLOG DE LA MUERTE: http://puroshuesos.blogspot.com/
1 comentario:
Las imagenes estan muy chidas !!
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