13 de enero de 2007

Un triunfo parcial... pero un triunfo.

La Jornada Morelos
Adriana Mújica M.

Este 2007 inicia con un pequeño triunfo. Me refiero a la declaración a favor de Lydia Cacho y en contra del empresario textilero Kamel Nacif.
Como puntualmente nos informó La Jornada, “El empresario textil Kamel Nacif Borge perdió ayer en definitiva la batalla jurídica que inició hace un año contra la periodista Lydia Cacho Ribeiro, que lo vinculó en una publicación con actividades relacionadas con un pederasta.”
Triunfó Lydia, entonces, aunque de manera parcial, porque no se le declara realmente inocente sino que el juicio fue desechado “debido a la reciente supresión en el Código Penal del Distrito Federal de dicho ilícito”. Pero el problema continúa de varias maneras.
Por una parte, queda en el aire la detención (bastante irregular por cierto) de Lydia, por varias horas, así como los 12 meses de litigios en juzgados del fuero común de Puebla y Quintana Roo.
También quedan pendientes las complicidades veladas o descaradas entre personajes del poder público y personajes del poder económico aunque, en ese sentido, aún está pendiente la investigación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al gobernador de Puebla, Mario Marín Torres, acusado por la comunicadora de confabularse con Nacif, con el propósito de “darle un escarmiento” por haber relacionado al empresario con Jean Succar Kuri, preso y sujeto a varios procesos penales por abusos sexuales contra menores de edad.
Pero además, y ese debería de ser el punto medular del asunto (el que recibiera mayor información y atención), siguen pendientes los daños que el grupo de pederastas infligieron a un buen número de menores de edad y sobre esto, poco o nada se dice o hace. Los pederastas no sólo hicieron de las suyas en el pasado sino que todo parece indicar, siguen haciéndolo en la mayor impunidad.
¿Quién, cómo y cuándo los detendrá en definitiva? ¿Qué se necesita para ello? Pues creo que esa debería ser una tarea prioritaria en 2007, en este nuevo sexenio.
Los legisladores tendrían que hacer su parte en la revisión del marco legal para reparar los terribles huecos que hay en la legislación y que permiten que estos personajes nefastos sigan tan tranquilos y de pasadita, podrían revisar todo lo relacionado con los derechos de la infancia, pues este sector de la población sigue estando bastante desprotegido en muchos aspectos de nuestra legislación.
Las procuradurías por su parte, tendrían que realizar investigaciones de fondo (y bien hechas para que no salgan con la “batea de babas” de que luego no sirven para nada por estar mal integradas) sobre todas las denuncias que tienen en sus manos y llevarlas al cumplimiento de órdenes de aprehensión y puesta a disposición de los acusados.
Por su parte, el Poder Judicial tendría que ponerse las pilas para sentenciar adecuadamente a estos nefastos personajes. De otra manera el triunfo que hoy se logró quedará en el beneficio directo de Lydia Cacho y en todo caso, como un triunfo para periodistas que se atrevan a investigar y denunciar este tipo de cuestiones; pero aquellos (as) que le contaron su historia a Lydia seguirán esperando justicia y lo peor, es que seguirá existiendo la posibilidad de que haya otros infantes que sufran atropellos similares. Porque no podemos dejar que eso siga sucediendo, debemos mantener viva la denuncia del libro de Lydia, que destapó esta cloaca y dio origen a la denuncia que acaba de perder Kamel Nacif:
Los demonios del edén no es una historia de un viejo sucio que descubre que le gusta tener sexo con niñas hasta de cinco años de edad y aunque algunos fragmentos en voz de las víctimas son profundamente dolorosos, la valentía y claridad de testigos y especialistas nos permiten ver la luz al final del camino y comprender más a fondo las implicaciones de la complicidad del silencio en el tema de la violencia y la explotación sexual.
Una de la principales denunciantes de esas terribles historias fue Gabriela, ahora de 29 años de edad, casada y con dos niños, quien asegura que fue víctima de Succar hace 14 años. Ante la pregunta expresa de cuántos menores creen que Jean Succar y Gloria Pita llegaron a fotografiar y a forzar a tener sexo para grabar videos en esos tiempos, Gabriela, con los ojos arrasados de lágrimas, calcula que quizá se trate de cientos de criaturas. Está convencida de que Succar es intocable.
Luego de haber visto la tortura pública a la que la Procuraduría de Justicia sometió a Emma y las otras niñas y sus mamás, ella se conforma con ir a consultar a su terapeuta a Mérida una vez al mes. Reza para olvidar y cuida a su hijo y a su hija de extraños y conocidos por igual. Según ella, nadie merece vivir lo que todas estas niñas y niños han pasado, pero el tema se considera tabú. Por eso ella rompió la tradición familiar y a sus criaturas les ha explicado lo que es el sexo y lo que es el abuso.
Lydia ha dicho: “El reto del periodismo es recontar historias humanas para comprender mejor el mundo que nos rodea y hacer algo al respecto”.
Vaya, entonces, un llamado a que cada quien haga su parte al respecto para que detengamos esto de una vez por todas.

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