José Ramón Enríquez
“Poesía en Voz Alta” fue un momento crucial para la cultura toda de nuestro país. Ahí se encontró la voluntad juglaresca de Juan José Arreola con la voluntad modernizadora de Octavio Paz. Y este encuentro no significó una divergencia sino un enriquecimiento para el teatro universitario y un cambio de esquemas para una nueva generación de artistas, gracias a pintores como Juan Soriano y Leonora Carrington, a músicos como Joaquín Gutiérrez Heras, actores como Rosenda Monteros, Nancy Cárdenas y Carlos Fernández, y directores como Héctor Mendoza, José Luis Ibáñez y Juan José Gurrola.
Hoy cada uno de estos nombres ya está firmemente inscrito en el inconsciente colectivo y cada uno de ellos significa propuestas propias, ricas, audaces y rigurosas, aun en esa voluntad de caos que conservan algunas de ellas.
Poder asomarnos por los intersticios de un movimiento fundacional como lo fue “Poesía en Voz Alta” para ser testigos de cuánto de juego tuvo y cuánto de exigencia es motivo de júbilo para quienes hacemos teatro, y lo debería ser para aquellos que marginan el hecho escénico como si no fuera fundamental en la historia de la poesía, porque lírica y épica no sólo quedan cojas sin la poesía dramática, sino que pueden entenderse sólo en cuanto sus derivaciones.
Es de agradecer la recuperación que de una investigación tan acuciosa como la de Roni Unger, Poesía en Voz Alta, han hecho el INBA y
La labor teatral de Rodolfo Obregón no se agota en su acertada dirección del CITRU. Es un creador que reflexiona sobre su propio hacer y sobre su entorno. Exigente con lectores más acostumbrados a la rapidez de la nota periodística que al ensayo, en A escena (recolección editada por Ediciones Sin Nombre y CONACULTA dentro de su serie Ensayo de
Inclusive el término “ensayo” en sus variadas acepciones dentro del teatro y la reflexión que sobre él se hace, permite a Obregón tejer páginas que no tienen desperdicio y que, a la vez, iluminan y abren posibilidades para el debate, siempre con rigor y con esa voluntad de provocadora ironía que caracteriza sus textos.
Todo libro de teatro y sobre teatro debe ser siempre bienvenido por una comunidad que repite con excesiva frecuencia lugares comunes de primer curso escolar. Por eso, también es bienvenida la colección que la revista Paso de gato ha empezado a editar. Para romper lugares comunes, nada mejor que el inicio de Carta a un joven dramaturgo, donde Marco Antonio de
“¿Quieres aprender a escribir teatro? Pues bien, escucha. Ante todo, no partas leyendo
Otro de los cuadernos recoge dos ensayos imprescindibles de José Sanchis Sinisterra, Por una teatralidad menor y Dramaturgia de la recepción. Sanchis Sinisterra se ha ganado ya un sitio de privilegio en el teatro de nuestra lengua no sólo como dramaturgo, que lo es indiscutible, sino como pensador y maestro a la vieja usanza: actor, director, promotor, docente, escritor. Como eran y han sido los juglares a quienes ha homenajeado con obras como El ñaque y ¡Ay, Carmela!
Obras de Oscar Liera, Hugo Abraham Wirth y Jaime Chabaud completan la primera entrega de esta colección que promete volverse imprescindible.
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