28 de mayo de 2007

Poesía en voz alta, Rodolfo Obregón y Cuadernos de Paso de Gato

Publicado en Reforma, Sección Cultura, el 25 de mayo del 2007.

José Ramón Enríquez


“Poesía en Voz Alta” fue un momento crucial para la cultura toda de nuestro país. Ahí se encontró la voluntad juglaresca de Juan José Arreola con la voluntad modernizadora de Octavio Paz. Y este encuentro no significó una divergencia sino un enriquecimiento para el teatro universitario y un cambio de esquemas para una nueva generación de artistas, gracias a pintores como Juan Soriano y Leonora Carrington, a músicos como Joaquín Gutiérrez Heras, actores como Rosenda Monteros, Nancy Cárdenas y Carlos Fernández, y directores como Héctor Mendoza, José Luis Ibáñez y Juan José Gurrola.

Hoy cada uno de estos nombres ya está firmemente inscrito en el inconsciente colectivo y cada uno de ellos significa propuestas propias, ricas, audaces y rigurosas, aun en esa voluntad de caos que conservan algunas de ellas.

Poder asomarnos por los intersticios de un movimiento fundacional como lo fue “Poesía en Voz Alta” para ser testigos de cuánto de juego tuvo y cuánto de exigencia es motivo de júbilo para quienes hacemos teatro, y lo debería ser para aquellos que marginan el hecho escénico como si no fuera fundamental en la historia de la poesía, porque lírica y épica no sólo quedan cojas sin la poesía dramática, sino que pueden entenderse sólo en cuanto sus derivaciones.

Es de agradecer la recuperación que de una investigación tan acuciosa como la de Roni Unger, Poesía en Voz Alta, han hecho el INBA y la UNAM gracias al actual director del CITRU, Rodolfo Obregón. Parece increíble que un libro publicado en inglés hace 26 años, venga a ser apenas traducido y editado en castellano. Pero no es tan raro en los estudios sobre nuestra lengua: muchos de los mejores estudiosos y filólogos han sido angloparlantes. Sea bienvenida esta traducción de la dramaturga Silvia Peláez que dará mucho para analizar e interpretar en torno a “Poesía en Voz Alta”.

La labor teatral de Rodolfo Obregón no se agota en su acertada dirección del CITRU. Es un creador que reflexiona sobre su propio hacer y sobre su entorno. Exigente con lectores más acostumbrados a la rapidez de la nota periodística que al ensayo, en A escena (recolección editada por Ediciones Sin Nombre y CONACULTA dentro de su serie Ensayo de La Centena), Rodolfo Obregón parte precisamente de Juan José Arreola como punto de arranque de su visión del teatro mexicano moderno, y concluye en el hecho actoral en cuanto narrativo.

Inclusive el término “ensayo” en sus variadas acepciones dentro del teatro y la reflexión que sobre él se hace, permite a Obregón tejer páginas que no tienen desperdicio y que, a la vez, iluminan y abren posibilidades para el debate, siempre con rigor y con esa voluntad de provocadora ironía que caracteriza sus textos.

Todo libro de teatro y sobre teatro debe ser siempre bienvenido por una comunidad que repite con excesiva frecuencia lugares comunes de primer curso escolar. Por eso, también es bienvenida la colección que la revista Paso de gato ha empezado a editar. Para romper lugares comunes, nada mejor que el inicio de Carta a un joven dramaturgo, donde Marco Antonio de la Parra no sólo parafrasea a Rilke sino que lanza verdades tan redondas como éstas:

“¿Quieres aprender a escribir teatro? Pues bien, escucha. Ante todo, no partas leyendo la Poética de Aristóteles. Ni la Dramaturgia de Hamburgo de G. E. Lessing. Ni a Lawson ni a Bentley. Y, si me apuras un poco, ni siquiera leas las páginas siguientes. Guarda estos textos para después… para cuando hayas encontrado tu propia voz…”

Otro de los cuadernos recoge dos ensayos imprescindibles de José Sanchis Sinisterra, Por una teatralidad menor y Dramaturgia de la recepción. Sanchis Sinisterra se ha ganado ya un sitio de privilegio en el teatro de nuestra lengua no sólo como dramaturgo, que lo es indiscutible, sino como pensador y maestro a la vieja usanza: actor, director, promotor, docente, escritor. Como eran y han sido los juglares a quienes ha homenajeado con obras como El ñaque y ¡Ay, Carmela!

Obras de Oscar Liera, Hugo Abraham Wirth y Jaime Chabaud completan la primera entrega de esta colección que promete volverse imprescindible.

panicoes@hotmail.com

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