¿Pero qué
pasó en Estados Unidos? Pues que el Mago de Oz los engañó a todos, tal como ilustra en
esta brillante analogía el escritor Elliot Sperber, quien como
muchos de ustedes recordarán generosamente me ayudó a poner la nota discordante en
la Feria del Libro de Guadalajara dedicada al Estado de Israel con un sublime y compasivo análisis desde el punto de vista de un judío que no ataca a lospalestinos. Ahora nos explica cómo es que “Dorothy” —el pueblo norteamericano—,
acompañada del León Cobarde Bernie Sanders y contra el Partido Demócrata
caracterizado como la Bruja, andan preguntándose cómo regresar a casa.
*****************************************************************************************************
El
camino amarillo rumbo a la extinción
Por
Elliot Sperber*
*Artículo originalmente publicado en inglés
en la revista CounterPunch el 21 de noviembre de 2016, traducido para
este espacio con permiso del autor.
Tal
vez han oído ustedes cómo la campaña de Hillary Clinton tenía una estrategia
para elevar a Donald Trump al nivel a lo que ellos llamaban el "candidato tipo
flautista de Hamelín". Pero parece que Trump está más cerca de otro
personaje ficticio. Retratado durante años como el mago de los negocios, al
igual que el estafador amplificado por los medios de comunicación en el clásico
de L. Frank Baum, Trump (tal como Clinton y Margaret Atwood recientemente señalaron)
se parece más al Mago de Oz.
Pero si Trump es el Mago, ¿quién es Hillary? ¿La
Bruja?
En lugar de reproducir clichés sexistas, tal vez sea más justo poner al
clintonismo, al Partido Demócrata o al neoliberalismo como la Bruja. Y la Bruja
está muerta. Ding dong. Y la gente está celebrando (aunque de manera menos
visible que las manifestaciones contra Trump que surgen diariamente por todas
partes del país).
Están celebrando porque la ideología que acomodó la
entrada y la permanencia de guerras en Afganistán, Irak, Libia y cualquier otra
parte; que subcontrató en el exterior los empleos y que expandió el desempleo y
el trabajo precario junto con acuerdos comerciales como el TLC, parece por fin
haberse descartado. Las iniciativas de ley sobre el crimen, el estado de
vigilancia, los rescates de los bancos, el encarcelamiento masivo, la
austeridad y la privatización, el estancamiento de los salarios acompañado de
aumentos a la deuda estudiantil y a la deuda del consumidor (todo lo cual
enfrascado en el insulto de la Ley de Salud de Obama, alias la Ley de Salud de
Romney), que ha hecho tanto por enriquecer a los ricos y empobrecer más a la
gente común, parece todo haberse detenido. Pero, como en El mago de Oz, las
cosas pocas veces son como parecen. Y mientras que los Munchkins -y los Mnuchins-,
entre otros, están exultantes por la muerte política del clintonismo, muchos más
ven poco que celebrar y mucho qué temer. Porque aunque la Bruja esté muerta y la prevención de una
guerra con Rusia, así como la eliminación del TPP, sean victorias para los
pequeños del planeta, el enemigo del enemigo no es necesariamente tu amigo. Las
promesas que hizo Trump de una mayor desregulación, de privatización de las escuelas, de
degradación ambiental y de exenciones fiscales para los ricos son difícilmente victorias para la gente común, y tampoco lo son las políticas
racistas y xenofóbicas del Alt-Right (alias, nacionalismo blanco) que están
apoderándose del brazo Ejecutivo del gobierno de los Estados Unidos. Marcando
un punto de partida fundamental de las normas de la posguerra, las metas
explícitamente racistas e implícitamente genocidas de Trump y compañía auguran
persecución, represión y catástrofe.
¿Hipérbole, dicen? ¿Exageración? Sin duda, muchos responderán
que durante años la gente ha estado gritando que "ahí viene el lobo"
respecto al antisemitismo y el racismo. Quien quiera que sea lo suficientemente
crítico de las políticas de Israel hacia los palestinos -por ejemplo-, es
etiquetado y difamado como antisemita. Incluso los judíos que son críticos
hacia Israel, como Noam Chomsky, están etiquetados de esta manera. Como tales,
es completamente entendible que la gente sea escéptica respecto a los informes
concernientes al antisemitismo y el racismo de Donald Trump y su círculo
cercano. Y aún así, hay una diferencia profunda entre el escepticismo honesto y
el deshonesto, y quien quiera que examine la historia de Trump verá que ha practicado
durante décadas varias formas de discriminación racista y creación de chivos
expiatorios. Entre otros, el director de estrategia de Trump apoya a los
antisemitas y a los racistas. Y el único problema que el hombre elegido por Trump
para procurador general de justicia, Jeff Sessions, tiene con el KKK, es que
algunos de ellos fuman mota. (Más aún, no olvidemos el hecho de que la moraleja
de la historia del niño que gritaba que ahí venía el lobo es que el lobo al
final sí llegó.)
Así sea lobo o mago, la historia de discriminación de
Trump no sólo es noticia vieja sino que arroja gran luz sobre su designación de
Stephen Bannon como su director de estrategias. La permanencia de Bannon en
Breitbat (una organización Alt-Right, o lo que es lo mismo, nacionalista blanca),
condujo a la publicación de notas que promueven los tropos más estereotípicamente
racistas contra las mujeres, los negros, los judíos, los musulmanes y los
mexicanos, entre otros. Y ahora, este autor de propuestas de Alt-Right y la
supremacía blanca está a cargo de las estrategias para implementar políticas
que incluyen la deportación de millones de inmigrantes y el destierro de
musulmanes. Por largo tiempo estas deportaciones forzadas han sido metas nacionalistas
blancas que no meramente violan los principios básicos de la tolerancia
religiosa y el respeto a los derechos humanos sino también la Enmienda Primera,
la Cuarta y la Décimo Cuarta, entre otras. En otras palabras, las políticas de
Trump contradicen en gran medida el juramento ejecutivo de defender la
Constitución. Con Trump, esas contradicciones abundan.
Dice Trump, por ejemplo, que no socavará los derechos
recientemente ganados por las y los homosexuales. Eso es ya ley, dice,
refiriéndose al reciente reconocimiento del Tribunal del matrimonio
igualitario. Ha quedado decidido por el Tribunal Supremo, anuncia. Pero al
siguiente respiro promete que revocará el dictamen del caso Roe vs. Wade,
que también fue resuelto por el Tribunal Supremo. Está todavía más asentado.
Estas contradicciones se cancelan una y otra.
Sus invectivas contra los musulmanes, los inmigrantes
y otros han ya incitado a la violencia, envalentonando a muchos a atacar a los
negros, a los musulmanes, a los latinoamericanos y a los judíos, entre otros
chivos expiatorios. Desplazando las ansiedades generalizadas y la violencia del
sistema capitalista, se han reportado cientos de tales ataques desde las
elecciones.
Esto no es por sugerir, desde luego, que Trump ganó
las elecciones únicamente por el racismo o que sus partidarios son en su
mayoría racistas y sexistas, como Clinton y sus partidarios alegan. Como muchos
han señalado, Trump ganó en estados -como Ohio, Pennsylvania y Florida- que Obama
había ganado apenas hace unos años. Su éxito es atribuible al hecho de que la
gente estaba asqueada de la históricamente desagradable Hillary Clinton y sus
políticas neoliberales que extienden la pobreza.
Como el Mago de Oz, que es una ilusión proyectada en
una pantalla, el estafador (que acaba de pagar 25 millones de dólares para
arreglar una demanda por fraude de su falsa universidad), engañó a una nación.
Nadie está realmente seguro de lo que piensa. Con trucos y espectáculos, cautivó
a los medios de comunicación durante meses y meses con su indignación; su
cabello ridículo distraía a la gente igual que se engañan las presas con los
señuelos alzándose en las cabezas de los anzuelos.
Exclamando declaraciones extravagantes, lanzó su hechizo.
Y la plutócrata Hillary y sus cohortes ideológicamente cegados, creyendo (como
George W. Bush respecto a Irak) que la victoria estaba a la vuelta de la
esquina, se precipitaron a la derrota.
Pero a pesar de la arrogante estupidez de ella (sus
engaños, su desprecio al electorado que necesitaba ganar, su elección de Tim Kaine
para vicepresidente, etc.), no debemos pasar por alto el hecho de que Trump
solamente ganó por un tecnicismo antidemocrático. Aunque su triunfo prevaleció
en el Colegio Electoral, perdió el voto directo popular. Como tal, aunque Trump
goce una victoria legal, no fue una victoria moral. En muchos aspectos es
completamente inmoral, pues se deriva de
sus promesas de promover la tortura y otros crímenes, así como del
antidemocrático Colegio Electoral establecido en la Constitución. Al igual que
la Constitución en general, el Colegio Electoral fue designado para minimizar
el mandato popular, amplificando el poder de una minoría de latifundistas. (Los
propietarios de esclavos, preocupados de que el norte se estuviera poblando más
que el sur, y que el voto directo popular disminuiría su poder, ratificaron la
Constitución sólo porque incluía el sistema electoral, que contaba a los
esclavos como tres quintas partes de una persona repartidos entre
representantes y electores, lo cual por tanto les aumentaba su poder a ellos y les aseguraba
sus privilegios.)
Si esta institución hubiera sido extirpada de la
estructura legal de EEUU, bueno, es difícil imaginar que las cosas fueran hoy
menos antidemocráticas. Pero tal como está, el Colegio Electoral ilustra a qué
grado EEUU sigue siendo poco más que un
Estado de esclavitud insuficientemente reformado. Y aquí estamos, como Dorothy,
preguntándonos cómo llegar a casa.
Por supuesto, Dorothy no estaba sola en Oz. La ayudó
el Espantapájaros, entre otros. Era demasiado tonto para reconocer que el
capitalismo y la democracia son antítesis. ¿El Espantapájaros es Paul Krugman?
¿O es Nate Silver y otros encuestadores, que inconscientemente incitaron la
despreciada victoria del famoso multimillonario (y a la igualmente despreciada
derrota de la ex secretaria de Estado)?
Una cosa es segura: si Trump es el Mago y el Partido
Demócrata la Bruja, entonces Bernie Sanders -que se puso contra sus propios
partidarios y apoyó a Clinton- es el León Cobarde. Y, sin embargo, el León
Cobarde acabaría por hacerse de valor, así que quizás todavía hay esperanza
para Bernie. A diferencia de muchos demócratas que están proponiendo que "darle
una oportunidad a Trump", Sanders ha estado denunciando sus designios
represivos.
Elogiado por republicanos recientemente hostiles (y
por ese otro mago notorio, el ex Gran Mago del KKK, David Duke), Trump también tuvo
una reunión amistosa con Obama desde que ganó. Parece que lo último que Obama
quiere es socavar la transición pacífica del poder (incluso si es el poder de
un Estado de supremacía blanca, pues, después de todo, es lo que Estados Unidos
ha sido durante la mayor parte de su historia).
Sin embargo, a pesar de la historia racista de los
Estados Unidos, es aún más alarmante ver a los supremacistas blancos
preparándose para establecerse en la Casa Blanca. Y eso debe inducirnos a
preguntarnos: ¿qué pasará si el sistema no llega a restringir a Donald Trump?
Gracias a Bush y Obama, republicanos y demócratas, él tiene a su mando un estado
de seguridad nacional sin precedentes. Y, por otro lado, ¿qué pasa si el
sistema triunfa y evita que Trump prosiga su proyecto de construcción de
infraestructuras, sus negociaciones comerciales y su relajación de las
relaciones con Rusia, que asustan al complejo militar-industrial y a otros
sectores del sistema más que los aspectos más xenófobos de su agenda?
Si Trump se ve obligado a restringir sus planes,
¿entonces qué? No es difícil imaginar que Trump siga la política de Obama de
deportación en masa. Pero a diferencia de Obama -quien le ha ocultado con éxito
a la opinión pública su política de deportar a millones de personas-, se puede
ver fácilmente a Trump tomando crédito por esto, satisfaciendo así a algunos de
sus bases. Y no olvidemos, aunque Trump genera temores sobre la creación de
registros para los musulmanes, hasta cierto punto las bases de datos de
registro para los musulmanes ya existen. Las listas de prohibiciones de vuelo
son sólo una parte de esto. Y la vigilancia policial de las comunidades
musulmanas, en mezquitas y escuelas, ha sido ampliamente conocida y tolerada
desde el 11 de septiembre. Trump podría sencillamente continuar así.
Todo esto para decir, mientras continúa la represión
en Standing Rock y otros lugares, y mientras el medio ambiente se deteriora con
acuerdos climáticos insubstanciales y con una incomparable desigualdad
económica, para la mayoría de las personas las condiciones ya son intolerables.
Incluso si se impide que Trump cumpla con sus promesas de limpieza étnica de
los Estados Unidos, la posición de Trump con respecto al calentamiento global
tiene sus propias implicaciones genocidas. Por su promesa de sólo intensificar
la pobreza, la inseguridad, la violencia y la degradación ecológica producida
por un sistema político-económico basado en la explotación del planeta y su
pueblo, Trump y el sistema que lo produjo, deben ser detenidos.
Por supuesto, una oposición que sólo tiene como
objetivo detener a Trump, en el mejor de los casos logrará frenarlo. Para
prevalecer, una oposición debe empujar con fuerza en la dirección opuesta, es
decir, hacia el sistema de atención médica para todos*, hacia una expansión del patrimonio público en
oposición a la privatización, hacia una priorización agresiva de los derechos
al agua, la vivienda, la educación, la alimentación saludable, y otros
requisitos para la salud humana y ambiental, por encima de las exigencias de
ganancias. Y, como se dice de otros derechos, estos derechos deben ser
inalienables: que no están a la venta; que están fuera del mercado. Ésta debe
ser la meta, la creación de un sistema realmente democrático, esto es, una
democracia tanto económica como política.
Más allá de la retórica, para que una oposición
prevalezca no debe simplemente proclamar que Trump "no es mi
presidente". Debe reconocer que Trump (y el sistema mismo) carece de
legitimidad. Esto no es simplemente porque el oponente de Trump obtuvo más de
un millón de votos más de lo que él ganó, sino porque Trump promete violar los
principios mismos que (por más limitados que sean históricamente) justifican la
existencia de los Estados Unidos en primer lugar.
Más allá de Trump, sin embargo, el sistema político-económico
biófago que le permitió alcanzar tanto poder debe ser rechazado también. Como
dice la antigua máxima legal, la salud del pueblo debe ser la ley suprema. Y,
debido a que el sistema mundial actual se ha extendido, y está diseñado para
seguir propagándose, las condiciones de la enfermedad en todo el mundo, de todo
el sistema, son violatorias.
PARA MUSICALIZAR ESTE
ENSAYO, AQUÍ LES DEJAMOS A LA INIGUALABLE JUDY GARLAND INTERPRETANDO “SOMEWHERE
OVER THE RAINBOW” DE HARLOD ARLEN: https://www.youtube.com/watch?v=PSZxmZmBfnU
---
*En
Estados Unidos no existe el seguro social, y próximamente en México ya tampoco,
pues Peña Nieto se propone privatizar el sistema de salud cuando termine con el
de educación, si es que lo consigue (N. de la T.).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario