Texto y fotos: Ángeles Mariscal / Pie de Página.
Migrantes provenientes de África y Haití han permanecido (...) semanas afuera de la estación migratoria Siglo XXI en una protesta pacífica para exigir libre tránsito y oficios de salida para poder llegar a Estados Unidos. Han resistido cuatro intentos de desalojo por parte de autoridades mexicanas
TAPACHULA, CHIAPAS. Son más de 7 mil migrantes de África y Haití que han entrado a México, en su ruta hacia Estados Unidos, un viaje que a algunos les ha llevado más de dos meses. Al llegar a la frontera sur de este país encontraron un muro de contención compuesto por un aparato burocrático que intenta inmovilizarlos; y cuerpos de seguridad militarizada, antes impensables.
Para el
Consejo Ciudadano del Instituto Nacional de Migración (INM), centros
humanitarios y comités de las Naciones Unidas, lo que enfrenta en México
este grupo de migrantes es una emergencia humanitaria con componentes
de violencia institucionalizada y discriminación racial.
***
Con
botes, cubetas, trozos de madera y algunas piedras, los migrantes
improvisaron instrumentos musicales, a los que sumaron sus propios
cuerpos, elásticos, armoniosos y rítmicos, con los que realizaron
danzas, a veces frenéticas, a veces melancólicas.
El escenario no era un teatro, tampoco una plaza ni un centro ceremonial. Es la Estación Migratoria Siglo XXI, ubicada en la ciudad fronteriza llamada Tapachula. El público, decenas de agentes migratorios, policías antimotines y militares que componen la Guardia Nacional.
Danzas y
cánticos es su forma de protesta pacífica para exigir el libre tránsito
por México. Son africanos y haitianos quienes componen este nuevo rostro
de la migración que transita por México, y que encontró un
país-frontera, contradictorio en su esencia y sus principios,
contradictorio en sus dichos y su práctica.
“Free the migrants. We are here to
transit. Not asutum in Mexico”, “Libérennos, Africa llora”, “Liberez
nous l´Afrique pleure”, señalan las pancartas que colocaron en las
vallas con las que autoridades intentan contenerlos.
Jean
Lamartine es uno de las 3 mil 712 personas migrantes de África que
llegaron a México en el primer semestre de 2019, una tercera parte de
ellos menores de edad, algunos recién nacidos. Él arribó en abril,
cuando ya sus connacionales habían montado un campamento afuera de la
Estación Migratoria Siglo XXI. En ese momento esperaban “entregarse” a
las autoridades migratorias para iniciar procesos de solicitudes de
refugio, visas humanitarias, o lo que se conoce como oficios de salida.
Pasó una
semana, dos, tres y el tiempo se hizo eterno bajo un sol de casi 40
grados y trámites burocráticos imposibles al que se acumularon las
solicitudes de 2 mil 413 haitianos entraron a México en el primer
semestre del año.
El lugar se fue convirtiendo en un
campo de refugio al que las autoridades mexicanas salieron al paso con
la promesa de atenderlos de manera más ágil, si a cambio se trasladaban a
una extensión de la estación migratoria que en ese momento llamaron
“albergue”.
Sin alimentos, sin agua suficiente,
sin siquiera un lugar donde taparse del sol, en el mes de mayo
aceptaron trasladarse al “albergue” ubicado en las galeras que componen
las instalaciones de la Feria Mesoamericana. En los hechos, a cambio de
un poco de alimento y una colchoneta para colocar en el piso, fueron
recluidos en una especie de campo de refugiados.
De ese lugar salían cada día de
entre 10 y 20 personas para realizar los tramites “de regulación
migratoria”. El tiempo de volvió nuevamente eterno, y Lamartine y más de
mil migrantes africanos y haitianos tuvieron que amotinarse para lograr
que les abrieran las puertas, apenas en julio pasado.
Al salir encontraron que a los
agentes migratorios y policías, se sumaron cientos de militares que les
fueron cerrando el paso. Mientras algunos buscaron albergarse en cuartos
de paredes corroídas, en patios de casas, o en calles públicas, otros
decidieron nuevamente instalarse afuera de la Estación Migratoria.
En este lugar han permanecido desde
hace dos semanas, realizando danzas y cánticos como forma de protesta
pacífica. Han enfrentado cuatro intentos de desalojo, el más violento
ocurrió la mañana del martes 27 de agosto, cuando policías federales les
lanzaron gases lacrimógenos, y elementos de la Guardia Nacional los
sacaban de la zona cercana a la estación.
“Non
violence, non violence”, han repetido en cada intento de desalojo,
mientras levantan las manos. “Lárguense, lárguense a sus países” se
alcanza a escuchar las voces de los uniformados. “Raciste, raciste,
raciste”, responden algunas mujeres que aún con la diferencia de idiomas
alcanzan a distinguir la discriminación de las palabras de quienes les
impelen a dejar el lugar.
Empujones, gritos, cánticos; niños,
hombres y mujeres cada vez más delgados. Las semanas ya suman meses
solicitando libre tránsito, oficios de salida que les permitan llegar a
la frontera con Estados Unidos.
No han
obtenido una respuesta positiva porque el gobierno de Estado Unidos
mantiene la exigencia al gobierno mexicano de contener a los migrantes
en esta frontera sur.
Sobre esta situación se han
pronunciado diversas organizaciones. El Consejo Ciudadano del mismo
Instituto Nacional de Migración (INM) consideró que es una “emergencia
humanitaria” la que viven migrantes de África y Haití. El organismo
sostuvo que es urgente que autoridades definan mecanismos de atención
humanitaria y posible regularización. Y, sobre todo, que es inaceptable
el papel que los cuerpos de seguridad están teniendo en estos procesos
en donde “hemos visto un uso desproporcionado de la fuerza contra
personas migrantes”.
Días antes del más reciente intento
de desalojo, el Comité Contra la Discriminación Racial de la ONU había
solicitado retirar a la Guardia Nacional de las operaciones migratorias.
Y había señalado la necesidad de que se llevaran a cabo investigaciones
exhaustivas de todos los actos de discriminación cometidos, y por el
uso excesivo de la fuerza cometidos contra migrantes. El Comité de la
ONU recordó al gobierno mexicano que debe garantizar el respeto a los
derechos de las personas migrantes, entre ellas el principio de no
devolución.
Para salir al paso, la delegada en
Chiapas del INM, Yadira de los Santos, salió por primera vez a hablar
con los migrantes, y les dijo que iban a ser atendidos, pero en oficinas
alternas, y uno por uno.
Los
africanos anunciaron este jueves la creación de una asamblea de
migrantes de ese continente. En una conferencia de prensa que dieron en
el centro de derechos humanos Fray Matías de Córdova, explicaron que
tuvieron que huir y abandonar sus países de origen como única vía
posible para sobrevivir. Con ayuda de un traductor, porque la mayoría no
hablan español, explicaron que son personas desplazadas forzadamente y
con necesidades de protección internacional, y que desde que dejaron sus
países su vida ha sido una huida permanente, en medio, dicen, de la
desesperación, desesperanza, miedo, desmoralización, soledad y
abandono.
Lamartine, su esposa y cuatro hijos se han sumado
cada día a las protestas. “No México, no. ¡Liberté, liberté!”, gritan en
su décimo día de protesta, cuando recorren las calles de Tapachula. Al
regresar al cuarto que rentan, cansados, ella saca una olla y en un
resquicio de la calle, coloca unos leños para cocer un poco de arroz que
les regalaron. Arroz y un poco de agua hervida es su alimento de este
día.
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