12 de mayo de 2020

Capitalismo y coronavirus, combinación letal.

Por: Javier Hernández Alpízar / Zapateando.

El coronavirus no es una conspiración capitalista, pero sí es muy peligroso porque el capitalismo ha empobrecido y desprotegido a miles de personas en el mundo

En la Facultad de Derecho, Ciudad Universitaria casi vacía, un diálogo entre el cliente y quien le bolea los zapatos: – Aquí en derecho es donde más boleros debe haber. – De hecho, es el único lugar en donde hay. – ¿En serio?, ¿será por qué somos abogados?

Lo que se sabe de los virus es que son información: información genética capaz de engañar a la información genética de las células de seres vivos para hacerlas reproducir el virus en lugar de reproducir su propia vida, lo cual harían las células vivas sanas.

Comenzamos deliberadamente usando términos científicos como “virus”, “información genética” y “células” no porque seamos científicos, somos activistas que defienden la vida y aspiran a lograr para los seres humanos libertad, democracia y justicia, pero sin información y conocimientos científicos no podríamos entender ni comunicar nada claro y veraz sobre lo que está pasando con la pandemia del coronavirus o Covid 19 en el mundo y en México.

Un divulgador científico latinoamericano, Marcelino Cereijido, ha escrito el libro La ciencia como calamidad. Citando a Jean Piaget, un biólogo y estudioso del modo como aprendemos los seres humanos, dice que: “Las personas no entienden lo que ven, ven lo que entienden”. Esto quiere decir que cuando no entendemos algo simplemente no podemos verlo, nos pasa desapercibido. El lenguaje de la ciencia actual es ajeno a la mayoría de los seres humanos en el planeta, incluso en el llamado “primer mundo”. Por eso tenemos incluso presidentes como Donald Trump o Jair Bolsonaro que niegan fenómenos patentes ante la vista de cualquier persona medianamente informada como el llamado “cambio climático” o la crisis climática: calentamiento del planeta, derretimiento de los hielos polares, de los glaciares, elevación del nivel del mar, así como la sexta extinción masiva de especies animales y vegetales: de acuerdo con la ONU, en los próximos 30 años se extinguirán un millón de especies, poniendo en riesgo de extinción a la especie humana misma. Incluso la ONU ha estimado que el cambio climático será muchísimo más mortífero que el coronavirus. Y ya está generando miseria, hambre, desplazamientos forzados de población y muertes.

El analfabetismo científico masivo hace que la mayoría de los seres humanos en el planeta sean, respecto a las ciencias, no ciudadanos sino súbditos, no pueden participar en las decisiones no solamente por la falta de democracia, sino porque no pueden entender y así tampoco ver los problemas más graves: cambio climático, extinción masiva de especies, crisis energética. Es decir, vemos las consecuencias, y eso a medias, como pasa con las migraciones masivas de africanos a Europa o de latinoamericanos a Estados Unidos, pero no entendemos lo que está detrás: el agotamiento de recursos para la vida, la miseria, el hambre, el desempleo y la violencia que dejaron siglos de colonialismo capitalista en nuestros países, etcétera. Gobiernos de derecha aprovechan esa ignorancia, así como los miedos y fobias asociados a ellos, para azuzar la fobia a los extranjeros, el racismo y la xenofobia, incluso el fascismo.

Los contactos humanos siempre han promovido la expansión de epidemias. La llegada a América de los conquistadores y colonizadores europeos casi logró extinguir (en algunos lugares, sin el “casi”, como en el Caribe) a las poblaciones indígenas, al menos las redujo dramática y brutalmente. El uso de armas bacteriológicas del siglo XX tiene su antecedente en esa “espontánea” expansión de epidemias como la viruela y el sarampión (que hoy regresa después de creer que lo habíamos erradicado).

La introducción de especies domésticas y otras especies aparejadas a la presencia humana (ratas, moscas, cucarachas y chinches, por ejemplo) en hábitats ajenos, pero sobre todo la explotación de territorios y recursos materiales y energéticos ha ocasionado una pérdida de diversidad en todo el planeta, sacrificada en aras de la ganancia capitalista.

La convivencia de seres humanos en todo el mundo, los viajes y el hacinamiento en grandes ciudades, han propiciado que muchos gérmenes, entre ellos los virus, salgan de los seres vivos que antes parasitaban y lleguen a otros, muchas veces, enfermándolos. El coronavirus es un caso, el más reciente, pero no el único. La humanidad comienza a enfrentar las consecuencias de la globalización, de la presencia planetaria de seres humanos sujetos a un sistema capitalista depredador del medio ambiente y explotador de los seres humanos.

El despojo de sus territorios y recursos de los pueblos indígenas (en México, despojo en marcha con el tren maya, el corredor interoceánico transístmico en Tehuantepec, el Proyecto Integral Morelos, el aeropuerto de Santa Lucía, la nueva refinería en Dos Bocas, el proyecto de las empresas de Alfonso Romo “Sembrando Vida”, los parques eólicos, la megaminería, la entrega del agua a empresas privadas como Constellation Brands en Mexicali, etcétera) no solamente los pagan los pueblos y comunidades con miseria y muerte: el planeta nos pasa la factura con la crisis climática, la crisis energética, la extinción de especies, las grandes migraciones humanas y animales.

Ciencia, detente. Este presidente es inmune al conocimiento.

Para masas enteras despojadas, pauperizadas, militarizadas, arrinconadas detrás de muros físicos y militares (como la Guardia Nacional, patrulla fronteriza extraterritorial de Donald Trump en la frontera sur de México), despojadas de sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, entre ellos el derecho a una educación científica y laica, para estas grandes masas, científicamente analfabetas, no es extraño que estas grandes desgracias aparezcan como signos apocalípticos debidos a fantasmales o demoniacas fuerzas desconocidas. En lugar de identificar al capitalismo como causante de sus dolores y desgracias, identifican al capitalismo como Rey Midas que da riqueza y consumo. En cambio, los males los hacen pensar en falsas causas como el pecado, los extranjeros, las conspiraciones de otros, ajenos y extraños. Incluso en cierta “izquierda” que asume una ideología anticapitalista, pero no un análisis científico de los fenómenos, todo es un complot: si se movilizan los jóvenes contra el cambio climático y la indolencia de los gobiernos, es un “complot del capitalismo verde”; si se movilizan las mujeres contra la violencia patriarcal feminicida, es un “complot para desestabilizar al gobierno”; si hay una pandemia de coronavirus, es un “complot del capitalismo” para ¿subir sus ventas de papel higiénico?

Esta carencia de pensamiento científico, crítico y reflexivo promueve el negacionismo: las amenazas no son reales. El cambio climático es una mentira inventada para detener el avance del desarrollo capitalista; las noticias críticas de AMLO son un “complot de la CIA”; la teoría de la evolución de Darwin es un complot para volver ateos a los jóvenes y así: hay incluso fanáticos que promueven la idea de que la tierra es plana.

A esta era de confusión, mentiras, promoción de la ignorancia y el oscurantismo, de la cual se hacen cómplices, sea por su propia ignorancia o por manipular creencias religiosas de la gente, gobernantes como Bolsonaro, Obrador y Trump, algunos la han llamado la “posverdad”. Pero no es que la verdad haya dejado de existir, lo que pasa es que la ignorancia masiva sobre ciencia actual no deja ver a las personas lo que no entienden.

En el caso de Obrador, su muy estudiado gesto de mostrar amuletos mágicos y religiosos es (como ha señalado A Libre Murrieta en Facebook) un deliberado show mediático para engañar a quienes de por sí van a quedar expuestos al contagio porque no podrán quedarse en casa, ya que viven al día. Es un gesto maquiavélico y criminal de manipulación psicológica de masas.

El anticapitalismo es un claro ejemplo: no cualquier persona entiende el análisis marxista del capital, la mercancía, el dinero, el mercado y la empresa capitalista. El anticapitalismo se antoja imposible, porque vivimos inmersos en un mundo ideologizado en donde el sentido común es que el dinero y las mercancías valen y, por el contrario, los seres humanos y los seres vivos somos desechables.

Sin embargo, el coronavirus es una pandemia real, de verdad ha asolado con enfermedad y muerte en China, en Italia, en España, en Estados Unidos y hoy amenaza a México y a toda América Latina. La principal arma contra el coronavirus o Covid 19 (información genética que se expande perniciosamente) es la información científica, verdadera, no para generar alarmismo sino prevención, cuidado.

Científicos de la UNAM han estado diciendo, a quien quiera escuchar, que el coronavirus es una pandemia porque se contagia ampliamente, aunque solamente un 5% de los contagiados mueren, aproximadamente, pero si por descuido, irresponsabilidad, como ocurrió en China, Italia y Estados Unidos, se contagian más personas, el número de muertes aumenta. Italia ya ha tenido más muertos que China. Corea tomó medidas pronto y ha tenido menos daños que Europa.

Han fallado esos gobiernos por no informar con oportunidad sobre el virus y no tomar medidas sanitarias eficaces. Al final han impuesto medidas extremas, como la militarización en Italia para hacer frente a la pandemia cuando ya estaba muy avanzada. Además han ocultado información: China inició con casos el 1 de diciembre de 2019 y no lo informó a la OMS hasta fines de ese mes y año. Italia pidió ayuda a otros países europeos, y estos países, negando sus pactos como Unión Europea, no la ayudaron. Hoy Trump quiere aprovechar la pandemia y la psicosis social para impulsar su agenda racista y xenófoba contra los migrantes.

Sin embargo, los zapatistas de Chiapas (quienes han tenido desde hace años un acercamiento al pensamiento científico actual, promoviendo que los científicos se acerquen a las comunidades a explicar cómo es y qué es la ciencia y cómo explica los fenómenos naturales y sociales) están aplicando el principio precautorio: si el riesgo puede ser grave, se toman medidas. Han criticado la falta de información veraz, honesta y cabal de parte de los malos gobiernos (y tienen razón, ya vimos cómo esa actitud irresponsable causó tantas desgracias en China, Italia, España y Estados Unidos), pero no asumen una actitud negacionista, sino que cierran sus caracoles y adoptan medidas de higiene como prevención para proteger la salud y la vida de las mujeres, hombres, ancianos, ancianas, niñas y niños de sus comunidades indígenas zapatistas. Además exhortan a los demás a hacer lo propio. Queremos cambiar el mundo, pero para ello lo primero es seguir vivos. Como el lema de las mujeres en lucha: “Vivas nos queremos”.

La cuarentena, a la cual el gobierno de México no se ha atrevido ni siquiera a llamar por su nombre, implica muchos retos. Quedan más desprotegidos los más pobres, los más desnutridos, los que ya tienen padecimientos previos (crónicos, respiratorios, cardiacos, diabetes, VIH, etc.). Se arriesgan más los trabajadores que ganan cada día para comer: los trabajadores precarizados, mal llamados “informales”, muchos de ellos menores de edad y mujeres o ancianos y ancianas.

El coronavirus se ceba sobre las víctimas del sistema capitalista explotador y depredador, quizá por eso les parece a algunos una medida de limpieza social fascista. Parece un macabro darwinismo social. Quedan expuestos los niños más pobres, para quienes el desayuno escolar es parte de su diaria nutrición y ahora se quedan sin él. O las mujeres, niñas y niños víctimas de violencia en el hogar y ahora encerrados con su agresor. O las niñas y niños que ante el cierre de las escuelas acompañarán a la calles a sus padres y madres al autoempleo precario de sobrevivencia.

El capitalismo se verá afectado por la ausencia laboral de miles de trabajadores, pues jamás ha logrado, ni con toda su tecnología, dejar de depender del trabajo humano. Sin embargo, el capitalismo siempre externaliza costos: recibirá exenciones de impuestos, despedirá a miles de trabajadores, pedirá apoyos y rescates a los gobiernos, meterá de nuevo las manos en el dinero de todos para privatizar las ganancias y socializar las pérdidas y las desgracias.

Una pandemia como la que está en curso hace evidente que la salud no puede ser una mercancía, sino que debe ser un derecho humano universal, garantizado por el Estado. En países europeos se están viendo forzados a estatizar o nacionalizar temporalmente los hospitales privados para poder atender la emergencia. En México, los hospitales privados han llegado a cobrar hasta miles de pesos por una prueba de laboratorio para el Covid 19. Incluso 3500 o 5000 pesos es demasiado.

¿Quién hará frente a la pandemia: el doctor Simi, que cotidianamente atiende a mucha de la gente más pobre y sin seguro? ¿Un sistema de salud rebasado, desabastecido de medicamentos y hasta de jabón, gasas o papel para hacer carnets? El sistema de salud en México es víctima de más de treinta años de neoliberalismo (que sigue vigente, pese a la demagogia presidencial) y de la ineptitud del actual gobierno, que ha sido incapaz de sanearlo sin dejar desprotegidos a los mexicanos.

Como ante las desgracias ha ocurrido siempre, como en los sismos por ejemplo, la respuesta está en manos de la sociedad. El egoísmo neoliberal, individualista y burgués, nos aísla y nos vuelve vulnerables a todos, pero la solidaridad, la crítica y la lucha organizada nos fortalecen.

El mal gobierno está aprovechando la coyuntura para imponer medidas en favor de las empresas, por ejemplo: otra consulta amañada, esta vez en Mexicali, para imponer la privatización del agua y el despojo en favor de Constellation Brands, así como la cesión a los militares ya no solo del nuevo aeropuerto en Santa Lucía sino incluso el llamado tren “maya”.

Les importan menos las vidas humanas que los negocios de Alfonso Romo, cacique del agua en la zona maya, de Carlos Slim, de Salinas Pliego y de los capitales internacionales.

Por eso concordamos con los zapatistas en que debemos seguir comunicados y en lucha, de nuevos modos o de viejos modos, como podamos: no todos tiene red en casa, trata de marcar el teléfono, de platicar de ventana a ventana y de edificio a edificio. Si tienes internet, mantén enterada a tu red más cercana con información veraz y crítica.

Como los zapatistas, tenemos que tratar de aprender ciencia, de comprender nuestro mundo críticamente, porque como dice Jean Piaget; las personas no entienden lo que ven, ven lo que entienden.

Que los grandes males son resultado del capitalismo lo verán más personas cuando puedan entenderlo. No necesitamos menos sino más y mejor ciencia. Y también conciencia y organización, lucha y alegre rebeldía.

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