27 de mayo de 2007

Entre RCTV y la Ley Televisa.


Desde hace un buen tiempo decidí, por salud mental, disminuir considerablemente mis horas frente a ese aparato electrónico que en la mayoría de los hogares mexicanos (y seguramente de todo el mundo) ha ocupado el lugar más importante como miembro de nuestras familias: el televisor.

Sobra decir que no saber de qué van los programas que atiborran el espectro radioeléctrico con series dizque cómicas, pseudonoticieros, moconovelas, irreality chous y demás fuentes intelectuales de amigos y enemigos, me ha ocasionado ser mirado como un bicho raro en bares, cafés, centros de enseñanza, lugares de trabajo o hasta ensayos de teatro.

Y es que no podía ser de otra manera, ya que en más de una ocasión he fallado la prueba de citar la última estupidez de Brozo o Adal Ramones, el más reciente chisme de Paty Chapoy o Juan José Origel, la noticia más oportuna de Javier Alatorre o Joaquín López-Dóriga, el “sensible” comentario de Jorge Garralda o Dolores De la Vega, o la “ingeniosa” puntada de Jorge Ortiz de Pinedo o Daniel Bisogno.

A cambio de eso he podido continuar “administrando” la RED@ctuar, una lista de inform@cción entre hombres y mujeres de teatro cuyo quehacer no se limita a las tablas de los escenarios; sigo dando vida a La Otra Chilanga, como güeblog que quiere inscribirse entre los proyectos de medios alternativos que acompañan el quehacer abajo y a la izquierda de la Otra Campaña; participo de dos montajes con la compañía Perro Teatro para con obras de Darío Fo y Lope de Vega, como son El diablo con tetas y Los locos de Valencia; me descuelgo a la “ciudad de la eterna privatizadera” (Jorge Brito, dixit) para estar con mi hijo cada fin de semana y dedicarle lo mejor de mi tiempo a su lado; he aumentado mis lecturas, tanto de novelas, ensayos y dramas, como el disfrute de algunos buenos discos y mis visitas al cine, la ópera, la danza o el teatro; y, con chance, hasta me doy un tiempo para irme a encuerar al zócalo de la Ciudad Monstruo y escribir choremas como éste.

Igual, rara vez escucho el radio, aunque en más de una ocasión he lamentado no sintonizar "Del campo a la ciudad" o "Detrás de la Noticia". A cambio de ello, escucho por Internet (cuando se ha podido) la Ke-Huelga, Radio Pacheco (ahora Regeneración Radio) o Radio Universidad de Oaxaca; con un ánimo igual al que me posaba en el cuadrante para chutarme la barra aquella de “La Vida Nuestra”, en el otrora nombrado Sistema Morelense de Radio y Televisión.

También por Internet he podido alejarme del segundo deporte nacional en México después del futbol: el zapping, y disfrutar de algunos segmentos en la programación de CNN en Español (léase las entrevistas de Carmen Aristegui) o TeveUnam mediante los videos de Youtube o Google; donde el canal de mi preferencia ha sido La Otra Tele o su heredero: Astillero TV.

Así, pues, desde esta humilde tribuna, ora virtual y electrónica, ora impresa, quiero declarar abiertamente y sin tapujos mi beneplácito por el fin de la concesión a Radio Caracas TV (RCTV) en virtud del término de su convenio con el gobierno de Venezuela, de su deliberada actuación anticonstitucional en detrimento de la tan cacareada libertad de expresión que sus dueños y socios en el resto del continente y el mundo han soslayado por la única libertad que en verdad les interesa: la de empresa y mercado; por no hablar de su destacado papel como fuente principal de enajenación y manipulación de corte derechista, en contra de todas y cada una de las medidas emprendidas por un gobierno cuyos toques “autoritarios” y “populistas” no han impedido hacer de Venezuela un país con una esperanza de vida notablemente mejor a la que recetan los gobiernos “democráticos” y “liberales” de, por ejemplo, México, Colombia o Estados Unidos.

¿Se lo pueden imaginar? Telenovelas y partidos de futbol serían mayoritariamente transmitidos por un canal restringido a la televisión por cable, mientras programación como las de Canal 11, TeveUnam o Canal 22 tendrían más presencia en el espectro radioeléctrico; o, mucho mejor, las campañas de organismos políticos y sus candidatos quedarían limitadas a espacios en radio y televisión en tanto se caracterizaran por contener una exposición clara del modelo de nación que ofrecen y no por significarse como una guerra de alcantarillado y aguas negras que deja incontables ganancias a los empresarios televisivos.

Quizás eso explique, en parte, el linchamiento mediático en contra de la decisión del gobierno venezolano de suspender la concesión que por décadas ha conservado RCTV; pues, quienes siendo dueños de los emporios de la mal llamada comunicación, temen que ése “mal ejemplo” cunda en el ánimo de otros gobiernos, otros pueblos, otros países.

En México, lo que ocurre en Venezuela es además un reflejo interesante de quién es quién en el escenario político nuestro de cada día. Lo mismo que ha hecho RCTV en tierras bolivarianas lo han hecho y lo siguen haciendo Televisa y TV Azteca; sólo que aquí legisladores de todo el espectro político juegan con los tiempos electorales para abrir o cerrar la puerta a reformas neoliberales que dan pie a un control más férreo por parte de las cúpulas empresariales de un espectro radioeléctrico que no les pertenece, en beneficio no de un interés común a sus gobernadas y gobernados sino del de sus propios grupos de poder económico.

De tal suerte, lo que las y los diputados de todos los colores dejaron pasar y unos cuantos senadores no lograron impedir; ahora, ya después de haberse convertido en ley, llega a manos del poder judicial sólo para mostrarse en su impudicia pero no para darle marcha atrás. Así, mientras en Venezuela el espectro radioeléctrico, propiedad de la nación, queda bajo control del Estado y al alcance de proyectos autónomos y comunitarios de medios alternativos de comunicación, en México sucede todo lo contrario.

El capítulo más reciente de una práctica gangsteril en el control de los medios de comunicación a favor de quienes arriba todo lo tocan y destruyen; capítulo que, dicho sea de paso, es continuación más soterrada del cierre de espacios a comunicadores como José Gutiérrez Vivó, Ricardo Rocha o Carmen Aristegui, lo tenemos en la campaña de hostigamiento por parte de las autoridades del CCH Vallejo de la Ciudad Monstruo en contra de Regeneración Radio, quienes desde 1999 hacen todo lo posible por mantenerse contra viento y marea sirviendo de resonadores a la palabra y el pensamiento de quienes abajo y a la izquierda sienten, piensan, hablan, preguntan, escuchan y caminan modos muy otros de hacer política.

No estaría nada mal que quienes en México se rasgan las vestiduras para “defender” la libertad de expresión en Venezuela hicieran lo propio para garantizar un acceso democrático a los medios de difusión en México mismo hasta convertirlos en verdaderos medios de comunic@cción: deteniendo las amenazas de la directora del CCH Vallejo, Laura Lucía Muñoz, contra Regeneración Radio; abrogando la ley foxista sobre derechos y cultura indígena, para honrar la palabra empeñada en los Acuerdos de San Andrés en materia de medios de comunicación y continuar el proceso de paz con los pueblos indios del país; deteniendo la escalada de violencia en contra de periodistas, encabezada por el crimen organizado y sus socios en los gobiernos municipales, estatales y federal, actuales y anteriores, (como Hank Rhon, el Góber Precioso, Fernández de Cevallos, Fabio Beltrones, Estrada Cajigal y un largo etcétera); sancionando el uso indiscriminado de spots de radio y televisión que ayudaron a enlodar el escenario electoral en julio del año pasado, y dando marcha atrás a leyes como la de Radio y Televisión, la llamada Ley Televisa, aprobada por el Congreso de la Unión en marzo de 2006.

¿Y mi nieve de limón? Que sea de nuez, por favor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Justamente hace unos dias hixe una expo sobre el tema ...

Increible como la gente no tiene para comer y tiene mas de 3 televisores en casa o por lo menos 2 ...

Los niños son educados por telenovelas y mundos de fanataxia creados por televisoras manipuladoras ...

en fin

saludos

besos

Sebastián Liera dijo...

Al pueblo pan y circo... o, como dice la versión corregida y aumentada: PAN y Ley Televisa. Saludos y besos.

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