3 de junio de 2007

Gurrola, in memoriam

Publicado en Reforma, Sección Cultura, el 2 de junio del 2007.


José Ramón Enríquez


Creo que todos coincidimos en que el adjetivo teatral más cercano a la figura de Juan José Gurrola es el de dionisiaco. Hiperbólico, desorbitado, audaz como ninguno, seguro de dominar el fuego de la creación y capaz de emprender acciones que para muchos otros resultarían impensables. Genial, en una palabra. Poseído y poseedor del Genio, con G mayúscula como su propio apellido, y fiel a su servicio por encima de cualquier obstáculo.

A la hora de su muerte, hago memoria. Mucho tenía, hasta en el físico, de Dylan Thomas, el autor de la primera puesta suya a la que asistí: Bajo el bosque blanco. Gurrola nació en la Ciudad de México muchos años después y a muchos kilómetros de Swansea, en el país de Gales, y sin embargo tan cercano a Dylan Thomas. No son casualidades. Como no lo es que el genio galés diera su nombre a otro genio desbordante: Bob Dylan.

No son encuentros casuales, son hilos de una tela mágica que hermana a seres de tal calibre. Seguramente tejida por el Genio. Por ello, también Gurrola podría titular su autobiografía Retrato del artista cachorro, para jugar con las obras de culto o para llamarse a sí mismo young dog.

No recuerdo su Despertar de primavera de Wedekind, pero oí hablar tanto de esa puesta que mezcla realidades con ficciones en mi memoria. Ya para Bajo el bosque blanco tendría yo de 17 a 19 años, creo, y ya su propuesta expresionista encontraba tierra fértil en mi propio imaginario. Además, recuerdo la belleza de la lengua, aunque olvido al traductor. Si no lo fue el propio Gurrola, seguramente metió mano en el ritmo del texto. Director de ritmo, no sólo de imagen, entendía que la respiración es todo y la muerte, en escena y fuera de ella, es justamente la falta del aliento.

Director de gran oído, su gusto por el inglés lo llevó a la empresa enorme de traducir a Shakespeare y montarlo con encontrados pareceres. El debate y la discusión ocurrían con todo lo suyo. Pero tal vez su traducción de Hamlet fue uno de los trabajos más acariciados a lo largo de más tiempo.

Otra obra que viene a mi memoria, también isabelina y también inglesa, Lástima que sea puta de John Ford. Recuerdo también la impresionante belleza de Vera Larrosa, que ahora he reencontrado como musa infrarrealista de Roberto Bolaño. Se me antoja que todo fue perfecto en esa puesta. Desde la escenografía de Alejandro Luna hasta su último detalle de dirección. Y, desde luego, la veneración al texto del poeta isabelino. Otra vez el genio de la lengua inglesa vertido al castellano con un cuidado que apenas ha existido en nuestra escena.

Es el mismo caso de La tragedia de las tragedias, de Henry Fielding, el autor del pícaro Tom Jones. Pero también el genio de nuestra lengua estuvo presente en su obra, y por ello llevó a escena el Landrú de nuestro Alfonso Reyes, así como, posteriormente, las inolvidables Noche de los asesinos de José Triana o Los motivos del lobo de Sergio Magaña.

En su última etapa montó a e. e. cummings, a Musil, a Ibargüengoitia, a Juan García Ponce y el Miscast de Salvador Elizondo, otro genio dionisíaco como lo fue Gurrola. Tras el encuentro con Elizondo y la puesta de Miscast tomó forma su Técnica G, una propuesta actoral que trasciende lo trillado para entrar a los terrenos del sueño y de las posibilidades expresivas de eso que él entendía tan bien y que se llama Genio, y se escribe con G, como Gurrola.

Muchos discípulos suyos hay por los escenarios que podrán explicar a los legos la Técnica G. Yo sólo puedo testificar que, más allá de cualquier técnica, Gurrola no sólo era inabarcable sino que nunca perdió esa capacidad de admiración y esa apertura a todo cuanto acontecía en su derredor que permite encontrar.

Ese proceso que inmejorablemente resumió el mayor dionisiaco de estos dos siglos, Pablo Picasso: “Yo no busco, encuentro”.

Juan José Gurrola, sin buscar, encontró. Y si le llamamos “el niño terrible de nuestro teatro” decimos bien, porque los niños como él, siempre capaces de admirar, siempre boquiabiertos, saben encontrar.

panicoes@hotmail.com

2 comentarios:

mctelloli dijo...

Yo leí la noticia y supe que algo estaba pintando una raya en el tiempo, saludos!

Sebastián Liera dijo...

De esas rayas que no se borran, querida Alma de cántaro. Saludos de retache.

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